Views
6 years ago

Centurion Argentina Summer 2018

  • Text
  • Nueva
  • Mundo
  • Restaurante
  • Forma
  • Reloj
  • Gran
  • Centurion
  • Cocina
  • Ahora
  • Materiales

STYLE & BEAUTY EN LA

STYLE & BEAUTY EN LA MIRA Claude y François- Xavier Lalanne sentados sobre el Love Seat de Claude en una cantera de arena cerca de su casa en 1976 Seguir al rebaño Las creaciones caprichosas de Claude y François-Xavier Lalanne, antaño conocidas únicamente en los círculos del arte y la moda, se han convertido en objetos codiciados con un valor astronómico. Por PILAR VILADAS Cuando en 1967 Claude Lalanne y su marido François-Xavier (fallecido en 2008 a los 81 años de edad) hicieron su primera exposición conjunta de escultura, desconcertaron a algunos en el mundo del arte –su trabajo estaba destinado, en gran medida, a ser utilizado–, pero también lograron atraer a numerosos seguidores. Entre sus obras icónicas destacan las esculturas de ovejas lanudas de François-Xavier (conocidas como Moutons de laine) que son en realidad bancos; su Rhinocrétaire, un inmenso rinoceronte de bronce que sirve también de escritorio; las Choupattes de Claude, coles de bronce sobre patas de pollo; y sus candelabros de bronce y cobre con brazos entrelazados decorados con mariposas. Aunque la pareja colaboró en pocas ocasiones, desde un principio se hicieron llamar de forma conjunta Les Lalanne. Esos trabajos inspirados en la naturaleza y con connotaciones surrealistas resultaban tan misteriosos como caprichosos y llamaron la atención de grandes coleccionistas como Guy y Marie-Hélène de Rothschild; Yves Saint Laurent y su pareja, Pierre Bergé; o Jane Holzer, quien compró su primer par de ovejas en 1967. Los diseñadores de interiores Jacques Grange y François Catroux, así como el arquitecto Peter Marino también dieron a conocer a los Lalanne presentándoselos a sus clientes y coleccionando sus obras (la colección de Marino incluye más de 40 de sus esculturas exteriores). Tom Ford, al igual que Reed y Delphine Krakoff, se enamoraron de su trabajo y, a comienzos de este siglo, el sello de aprobación de estos creadores de tendencias ayudó a ampliar su mercado más allá de un reducido círculo de expertos, logrando que el precio de sus obras llegara a alcanzar las seis cifras. Pero esos días parecen actualmente una anécdota. En septiembre, durante la venta de los bienes del gran diseñador Alberto Pinto en la galería Christie’s de París, una mesa baja bastante sencilla creada por Claude en 2008 se adjudicó por un poco más de un millón de dólares. Posteriormente, en noviembre, en una subasta de las colecciones de arte y diseño de Grange celebrada en Sotheby’s, una de Les Autruches de François-Xavier –una barra con dos avestruces en porcelana de Sèvres– se vendió por US.4 millones, más de seis veces la tasación más alta; un par de Moutons de laine de 1969 llegó a los US.9 millones. La víspera de la subasta FOTOGRAFÍA PIERRE BOULAT/COSMOS/AGENTUR FOCUS 36 CENTURION-MAGAZINE.COM

FOTOGRAFÍAS DESDE ARRIBA: © PAUL KASMIN GALLERY; © MUSÉE DES ARTS DÉCORATIFS, PARÍS, © ADAGP, 2010; SOTHEBY’S/ART DIGITAL STUDIO (2) de Sotheby’s, la casa Christie’s adjudicó un gran espejo de bronce y cobre de Claude, enmarcado con ramas y hojas, por unos US.1 millones. Y el mercado no da muestras de enfriarse. Paul Kasmin, uno de los principales comerciantes de las obras del dúo artístico junto con Ben Brown en Londres y Jean-Gabriel Mitterrand en París, admite: «A medida que los precios suben, cada vez son más las personas que quieren un Lalanne y no les importa cuánto cueste». Los precios de las obras de los Lalanne no han dejado de aumentar desde principios de este siglo. Aun así, los observadores del mercado del arte coinciden en que el punto de inflexión fue la subasta de las colecciones de arte y mobiliario de Saint Laurent y Bergé organizada en Christie’s en 2009. Una nueva generación de coleccionistas vio la oportunidad de «formar parte de la historia, ser parte del gusto de alguien», explica Sonja Ganne, directora internacional de diseño de Christie’s. De ahí que una barra escultórica abstracta de bronce encargada por Saint Laurent a François-Xavier en 1965 se vendiera por US.3 millones, mientras que un conjunto de 15 espejos que Claude creó para la sala de música de Saint Laurent y Bergé en París alcanzara los US.25 millones. Una exposición del trabajo de los Lalanne celebrada al año siguiente en el Musée des Arts Décoratifs de París, con Marino como curador, avivó aún más las llamas. Y en 2011, Christie’s vendió en Nueva York un rebaño de diez ovejas de resina epoxi y piedra por una cifra récord: US.5 millones. Como señala Suzanne Demisch, socia de la galería Demisch Danant: «Las ovejas suben, suben y suben… Son el símbolo de un era de grandes expertos en arte». Mucho antes de que las ovejas se convirtieran en objetos de culto, el mundo del arte rebosaba actividad. En los años 50, cuando los Lalanne tenían su estudio en el Impasse Ronsin –un decrépito callejón parisino sin salida– entre sus vecinos destacaba un anciano Constantin Brâncuși; el artista pasaba muchas noches a visitarlos con cigarrillos y alcohol. Diseñaron escaparates para Christian Dior y allí conocieron a Saint Laurent para quien Claude moldeó partes del cuerpo de la supermodelo Veruschka que el diseñador incorporó a su colección Empreintes de 1969. Los Lalanne procedían de entornos artísticos muy diferentes. François-Xavier era un pintor de formación clásica y su trabajo como vigilante en las galerías sobre Egipto en el Louvre bien pudo influir en la monumentalidad de sus creaciones de bronce. Los animales «son los únicos seres a través de los cuales podemos entrar en otro mundo», apuntaba el escultor. Claude procedía de una familia de músicos y estudió arquitectura antes de pasarse a la escultura por considerarla una manera de buscar formas, como hojas y flores, que cautivaran su imaginación. «La mejor forma de explicar algo es hacerlo», declaró en 1974 en una entrevista para Elle. El arte de esta pareja parece tener un carácter universal. Reed Krakoff, actual responsable artístico de Tiffany & Co., se volvió tan admirador de los Lalanne –para ellos «la vida, el trabajo y el arte son indisociables»– que publicó un libro sobre su obra en 2007. Sus piezas favoritas, y también las de su esposa Delphine, son dos Pommes Bouche, unas manzanas de bronce con labios humanos, elaboradas por Claude con los moldes de sus propias bocas. Holzer, que en los 70 tenía una firma dedicada a los muebles creados por artistas, produjo la cama de espuma y cuero de François-Xavier en forma de lata de sardinas. «Todavía tengo un par de sardinas», devela, y sigue comprando el trabajo de los Lalanne. «Es como una droga». El diseñador neoyorquino Brian J. McCarthy emplea la misma comparación que Holzer y añade además que su obra «llega a convertirse en parte de la familia». McCarthy colabora con Claude en el encargo para una casa en Suiza que incluye una escalera, las barandillas y las lámparas. Confiesa que Claude, a sus 94 años, sigue trabajando en la granja de los Lalanne en Ury, Francia, produciendo piezas a toda velocidad. «Todo el mundo reclama sus obras», señala. En comparación, el trabajo de François-Xavier es mucho más escaso. Pero se pague lo que se pague por unas pocas piezas, hay algo que nunca cambia. «Al final del día, es muy poco el arte que llega a penetrar tan profundamente en la psique de las personas», concluye Kasmin. Desde arriba: Miroir, de Claude (1993), en la Paul Kasmin Gallery; Rhinocéros II, expuesto en el Musée des Arts Décoratifs en 2010; dos Moutons de laine (1969), de François-Xavier, vendidas el año pasado en Sotheby’s por US.9 millones; silla Crocodile subastada en diciembre en Sotheby’s por aproximadamente US.1 millones CENTURION-MAGAZINE.COM 37

CENTURION