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revista noviembre 2020

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Detenida en cada detalle –playa, jardín, río, árbol, patio, pájaro, ventanal,

ola, cristal, flor, nave, sol, noche, ceniza…–, sólida ante el poema, Dirbi logra que

exista incluso aquello que no ha llegado a ser aún y que debe formar parte del

mundo para convertirlo en mejor mundo. Tal universo inefable e imprescindible

parece ser el espacio donde abismada en lila la flor era mi amigo dormido sobre

mi falda // amablemente flor en el vacío o el colosal escalamiento de la

enredadera que se adelanta en la mente a ocupar el espacio del cuerpo, pronto

llegará a mis pies y comenzará a escalarme como verde anticipo de mi ausencia.

Este recurso superior atraviesa la propia temperatura del verso con total

significancia del vocablo e insta a la reflexión inmediata. Un ejemplo cumplido es

Mujer sin abalorios, poema donde las imágenes pesan, oprimen, sujetan,

esclavizan, comprometen, y solo desprenderse de esos abalorios en el silencio de

la noche le permite ascender y quedarse pegada al cielorraso, palabra

talentosamente concebida pues bien podría ser el único cielo para quien vive el

agobio de la opresión en espera de sueños que liberten. Con rasgos cercanos a

esta atmósfera Las bodas de Juana Demarco, cuya visión del cuarto enceguece de

dolor los ojos de la niña de cuerpo claro, enrejada entre sábanas, absorta de

sumisión.

Bombardeos, dedicado a una sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial,

sacude como si nuestra propia carne cruzara el olor de la iperita y el fosgeno o la

memoria nos quedara detenida en crueles almanaques no tan lejanos.

Cabe destacar la brevedad poderosa en varios poemas de Dirbi, que evoca

las flechas impactantes de Pizarnik, y ocupa dimensión infinita Redonda la luna/

brilla en el cielo negro/ perfuma la noche/ como un jazmín o la grávida

infinitud que contagia el tierno poema dedicado a Quique, hay paz en el alto

silencio de una paloma azul que eligió posarse en el aire.

El espacio social avanza tras versos de Elena Eyheremendy; El gran teatro

del mundo deslumbra en imágenes sin refute // Hablemos de los pobres de los

que tienen nombre y apellido y no comen //cuando los que comen siempre

devoran con negocios y mentiras los panes que los pobres no comen cuando el

poder niega o lanza estadísticas y exige ajustes y esperanzas//repetimos y

votamos (botamos) como si todo el género humano tuviera el estómago lleno.

Unido a este magistral poema como si ambos buscaran abrazarse en el otro

lado del espejo, Visita al Moyano, dedicado al poeta Daniel Grad, escrito en

primera persona y poblado de tropos de lujo se multiplican las voces //van a

resonar con la lluvia que lava el paisaje como una baba inocente que la boca no

alcanza a retener // se vacía mi cuenco se llena de otredades de luces

minúsculas resplandores en esta casa mía que no siempre quiero habitar.

Con el mismo temple, inspirado en un fragmento de María va, canción de

Tarragó Ros, la figura del hombre/padre se eclipsa y por ello la fusión

madre/hijo toca la dicha y fueron dos orillas sin río dos que eran uno y uno

universo de una sola línea paralela al horizonte, escenario en el cual hasta la

palabra universo puja por un pedestal inherente.

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