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Detenida en cada detalle –playa, jardín, río, árbol, patio, pájaro, ventanal,
ola, cristal, flor, nave, sol, noche, ceniza…–, sólida ante el poema, Dirbi logra que
exista incluso aquello que no ha llegado a ser aún y que debe formar parte del
mundo para convertirlo en mejor mundo. Tal universo inefable e imprescindible
parece ser el espacio donde abismada en lila la flor era mi amigo dormido sobre
mi falda // amablemente flor en el vacío o el colosal escalamiento de la
enredadera que se adelanta en la mente a ocupar el espacio del cuerpo, pronto
llegará a mis pies y comenzará a escalarme como verde anticipo de mi ausencia.
Este recurso superior atraviesa la propia temperatura del verso con total
significancia del vocablo e insta a la reflexión inmediata. Un ejemplo cumplido es
Mujer sin abalorios, poema donde las imágenes pesan, oprimen, sujetan,
esclavizan, comprometen, y solo desprenderse de esos abalorios en el silencio de
la noche le permite ascender y quedarse pegada al cielorraso, palabra
talentosamente concebida pues bien podría ser el único cielo para quien vive el
agobio de la opresión en espera de sueños que liberten. Con rasgos cercanos a
esta atmósfera Las bodas de Juana Demarco, cuya visión del cuarto enceguece de
dolor los ojos de la niña de cuerpo claro, enrejada entre sábanas, absorta de
sumisión.
Bombardeos, dedicado a una sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial,
sacude como si nuestra propia carne cruzara el olor de la iperita y el fosgeno o la
memoria nos quedara detenida en crueles almanaques no tan lejanos.
Cabe destacar la brevedad poderosa en varios poemas de Dirbi, que evoca
las flechas impactantes de Pizarnik, y ocupa dimensión infinita Redonda la luna/
brilla en el cielo negro/ perfuma la noche/ como un jazmín o la grávida
infinitud que contagia el tierno poema dedicado a Quique, hay paz en el alto
silencio de una paloma azul que eligió posarse en el aire.
El espacio social avanza tras versos de Elena Eyheremendy; El gran teatro
del mundo deslumbra en imágenes sin refute // Hablemos de los pobres de los
que tienen nombre y apellido y no comen //cuando los que comen siempre
devoran con negocios y mentiras los panes que los pobres no comen cuando el
poder niega o lanza estadísticas y exige ajustes y esperanzas//repetimos y
votamos (botamos) como si todo el género humano tuviera el estómago lleno.
Unido a este magistral poema como si ambos buscaran abrazarse en el otro
lado del espejo, Visita al Moyano, dedicado al poeta Daniel Grad, escrito en
primera persona y poblado de tropos de lujo se multiplican las voces //van a
resonar con la lluvia que lava el paisaje como una baba inocente que la boca no
alcanza a retener // se vacía mi cuenco se llena de otredades de luces
minúsculas resplandores en esta casa mía que no siempre quiero habitar.
Con el mismo temple, inspirado en un fragmento de María va, canción de
Tarragó Ros, la figura del hombre/padre se eclipsa y por ello la fusión
madre/hijo toca la dicha y fueron dos orillas sin río dos que eran uno y uno
universo de una sola línea paralela al horizonte, escenario en el cual hasta la
palabra universo puja por un pedestal inherente.