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54 Sábado. 8 de marzo de 2014 • LA RAZÓN<br />
Cultura<br />
«El griego de Toledo» se abre el día 14<br />
El Greco,<br />
un pintor<br />
lenguaraz<br />
y arrogante<br />
La exposición, la primera que le dedica<br />
la ciudad, desmonta la imagen lánguida<br />
del artista y apuesta por su cromatismo<br />
Gema Pajares - Madrid<br />
Una exposición y muchas. La<br />
primera que se celebra del<br />
pintor en Toledo, una ciudad a<br />
la que estuvo tan ligado (allí<br />
murió) y que no le había abierto<br />
sus puertas para mostrar su obra en toda su<br />
magnitud. Será el Museo de Santa Cruz la<br />
principal sede que acoja «El griego de Toledo»,<br />
junto a los que se han denominado Espacios<br />
Greco, esto es, la sacristía de la catedral de la<br />
ciudad, la capilla de San José, el convento de<br />
Santo Domingo el Antiguo, la iglesia de Santo<br />
Tomé y el Hospital Tavera, que conservan los<br />
lienzos originales para el lugar en el<br />
que fueron concebidos. Abierta<br />
hasta el 14 de junio, recorrerá el itinerario<br />
que siguió el pintor antes de<br />
llegar a España: de Candía, donde<br />
nace, y Venecia a Roma, su formación<br />
primera, la pintura de sus, que<br />
se deja contagiar de los modos occidentales<br />
italianos (admiraba a<br />
Tintoretto y Tiziano, con Miguel<br />
Ángel era otro cantar), su labor<br />
como retratista (inmensa y que<br />
eclipsa a las demás), que le dio una notable<br />
fama, y el reconocimiento de sus clientes<br />
contemporáneos, junto con sus imágenes<br />
devocionales y sus estrategias comerciales.<br />
Pero, ¿es el Greco como se le pintado? ¿La<br />
imagen que ha llegado hasta nosotros se corresponde<br />
con la realidad? Se lo preguntamos<br />
directamente a Fernando Marías, comisario<br />
de la exposición, en pleno montaje de la misma,<br />
y al que pocos secretos le quedan por<br />
conocer de este inmenso creador. Y la respuesta,<br />
directa, no deja lugar a la duda: «Pretendo<br />
que se descubra un pintor nuevo». Y así, este<br />
gran estudioso de la obra del cretense pretende<br />
desterrar tópicos que han pasado de generación<br />
en generación por la fuerza de la costumbre:<br />
«Se habla de sus figuras escurridas,<br />
espectrales, demacradas..., y él no tenía abso-<br />
DOMÉNIKO ES.<br />
En este autorretrato<br />
de El Greco, que<br />
se pinta con una<br />
avanzada edad, y que<br />
llega procedente de<br />
Nueva York, destaca<br />
la mirada acuosa de<br />
nuestro personaje<br />
lutamente nada que ver con<br />
ellas. Es una herencia que ha<br />
pesado demasiado en el ideario<br />
colectivo y que a fuerza de<br />
repetirse se ha creído», explica.<br />
De ahí que para quitar ese velo,<br />
como el propio Marías dice, se<br />
haya partido del mismo título<br />
de la muestra, «El griego de<br />
Toledo», porque no olvidemos<br />
que no nace en España, sino<br />
que «él ve la luz en Grecia. Frente a esa apropiación<br />
del pintor como toledano, que no lo<br />
era, reivindicar su lugar de nacimiento. En<br />
Toledo le reconocían como extranjero». Hasta<br />
1910 se pensaba que era italiano, de la escuela<br />
de Venecia. Y es que hay una imagen de la que<br />
somos herederos, se lamenta el comisario,<br />
«ORGULLOSO<br />
y con la<br />
autoestima<br />
desmedida, era<br />
dificilísimo», dice<br />
Fernando Marías<br />
fomentada, quizá o sobre todo,<br />
por la ausencia de escritos de su<br />
época cretense. Ahora la realidad<br />
es otra. En 1914 se disponía de 37<br />
documentos sobre el Greco. Hoy<br />
son más de 500, además de<br />
20.000 palabras de textos escritos<br />
de su puño y letra. Gracias a esa<br />
información nos podemos topar<br />
con un pintor «muy distinto y<br />
contradictorio con todo aquello<br />
que se nos ha enseñado y contado. Nos<br />
cuesta ver las cosas de manera diferente a<br />
como nos han dicho que son. No olvidemos<br />
que es, ante todo, un retratista, un hombre<br />
que supo captar aquello que tenía delante<br />
de los ojos y lo que estaba tras ellos». Y asegura<br />
que le encanta la belleza, «imprime una<br />
increíble potencia visual a sus<br />
obras, es tremendamente colorista,<br />
un sensualista, le gusta la dinámica<br />
que se establece entre el espectador<br />
y su obra», prosigue.<br />
No llegó Doméniko a ser un<br />
Leonardo de su época, pero además<br />
de pintar excelentes retratos,<br />
de su mano salieron exquisitos<br />
cuadros de devoción, diseñaba<br />
espacios, arquitecturas, diríamos<br />
hoy. Según cuenta Marías sería el equivalente<br />
a un «instalador artístico en términos actuales<br />
con una concepción fiel a la idea de<br />
que hay que tener delante de los ojos el mundo<br />
vivo y natural y también el sobrenatural».<br />
Y con un taller que trabajaba para él en el que<br />
había encargos de sobra.<br />
Carne de Inquisición<br />
En el siglo XIX se difunde la imagen de un<br />
pintor católico. Hoy sabemos, así nos lo cuenta<br />
este estudioso, que no lo era, sino ortodoxo,<br />
y que, además, a la Iglesia católica no acababa<br />
de gustarle demasiado. Otro mito que cae: no<br />
consiguió dominar la lengua española: ¿y<br />
cómo sabemos esto? Los papeles antes citados<br />
han contribuido a correr ese pesado velo para<br />
traer a primer término la imagen real del artis-