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LA RAZÓN • Sábado. 8 de marzo de 2014
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HERENCIA EN DECLIVE
Tatoi comenzó a formar parte de la fami
lia real griega en 1871, cuando el príncipe
Guillermo de Dinamarca, ya en el trono de
Grecia como el rey Jorge I, lo adquirió junto a
su mujer, la reina Olga. El terreno se convirtió
en la propiedad privada más grande del
Estado, y bajo la batuta de la reina se edificó
el palacete de Tatoi a imagen y semejanza
de la Villa de San Petersburgo, propiedad
del Zar Alejandro II. Tras dos incendios y su
abandono en 1967, la finca y sus 39 edificios
se encuentran en estado ruinoso. Hoy son
patrimonio del Estado griego.
La finca incluyó, en la década de 1890, edificios para los
cortesanos y una casa para el administrador
El edificio principal, llamado To Palati (El Palacio), aparece
hoy en ruinas, trancado y rodeado de una alambrada
María
SERRANO
Cuando se reinstauró la
monarquía en Grecia, en
septiembre de 1946, Doña
Sofía había vivido sólo
ocho primaveras. Tras su
regreso del exilio junto a
sus padres, los entonces príncipes Pablo y
Federica, y sus hermanos, Constantino e
Irene, el tema de su educación era prioritario.
Por aquel entonces, la profesora favorita
de la Reina era Theofano Arvanitopulu,
quien la instruyó en Historia Universal y le
enseñó a hablar con propiedad la lengua de
sus padres. Fue Arvanitopulu quien hizo
que Sofía e Irene se interesaran por la arqueología
y excavaran en Tatoi, la villa de
verano de la familia real griega que, tras la
Segunda Guerra Mundial, se
convirtió en la residencia
oficial del rey Pablo I y su familia.
Esta experiencia llevó a
que publicaran dos libros en
los que traslucían su amor
por la finca: «Cerámica de
Decelia» y «Miscelania arqueológica».
Y es que Doña
Sofía adoraba los largos veranos
que disfrutaba en el lugar
que, en 1938, la había visto nacer y que hoy
se ha convertido en la seña de identidad de
una monarquía sin trono.
Pero poco queda hoy de aquella majestuosa
finca en la que la familia real fue tan
feliz. Situada a 20 kilómetros al noroeste de
Atenas, en lo alto del monte Párnitha, y rodeada
de un bosque de 4.199 hectáreas,
Tatoi y sus 39 edificios se consumen con
cada gota de lluvia y cada golpe de viento.
Abandonado a su suerte desde 1967, el
palacio que construyó el rey Jorge I en 1872
y que fue testigo del crecimiento de sus
herederos soporta el fatigoso peso del abandono
y del transcurso del tiempo. LA RA-
ZÓN ha comprobado en primera persona
cómo por los anchos caminos por los que
cabalgaban nobles y príncipes de toda Europa
hoy sólo se desplaza el viento del Parnés
y las alimañas que tratan de encontrar
refugio entre las piedras que antaño daban
cobijo a los reyes de las más importantes
dinastías europeas. Aun estando abierto al
público, escasos son los griegos que hacen
un alto en el camino para contemplar las
ANTIGUO ESPLENDOR
La renovación
prevé convertir
Tatoi en un centro
de memoria
histórica
ruinas del palacio estival de sus monarcas.
La imagen es desoladora: hiela los huesos y
asola el alma el vacío que se respira entre
hierros retorcidos, puertas desencajadas y
fuera de sus goznes, edificios abandonados
y cristales rotos. En otros tiempos, una
plantilla de 15 jardineros, granjeros y guardas
forestales atendía a los animales –caballos,
ciervos, vacas, gallinas–, cultivaba los
viñedos, cuidaba un jardín botánico de
primer nivel y conservaba las dos capillas
ortodoxas, las bodegas, los establos y las
viviendas de los cortesanos. Pero en 1967,
el golpe de Estado militar llamado «de los
coroneles» provocó que el rey y su familia
tuvieran que exiliarse a Roma.
Un salvación que viene de Europa
Pero una pequeña luz brilla hoy al final del
túnel. El jueves, coincidiendo con el homenaje
por el 50º aniversario de la muerte del
rey Pablo, la Sociedad Helénica
para el Medio Ambiente y la
Cultura (Ellet), la sección griega
de Europa Nostra, presentó un
plan para la renovación del palacio
y la finca de Tatoi. La reforma,
en la que se invertirán 95
millones de euros –de los que 74
provendrán de fondos europeos
y 21, de donaciones e inversiones
privadas a cambio de concesiones
económicas–, se realizará a través
de un nuevo organismo estatal, la Sociedad
de Tatoi, con el objetivo de que el palacio y
la finca sean económicamente autosuficientes.
Y es que el proyecto prevé que el
espacio se convierta en un centro de memoria
histórica y de actividades deportivas
al que acudirían 300.000 visitantes al año.
«La elaboración del estudio para la restauración
del palacio real ha sido la actividad
más importante del año para nosotros»,
afirma Yannis Mijaíl, presidente de Ellet. En
dicho estudio se afirma que la idea es que
el palacio recupere el esplendor que tuvo a
finales del siglo XIX: habrá espacios para la
agricultura y la ganadería, 30 hectáreas de
viñedo y 90 de floricultura, un museo de
vehículos históricos y un pequeño museo
arqueológico con los hallazgos de la ciudad
antigua de Dekelia, instalaciones deportivas
y el hotel Tatoion.
Tras su salida a venta en 2012 y la negativa
del rey Constantino a comprarlo, Tatoi, y
Doña Sofía con él, deposita hoy sus esperanzas
en el plan europeo.