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Semana Santa 2000. - Fundación Germán Sánchez Ruipérez

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Pregón de <strong>Semana</strong> <strong>Santa</strong><br />

Pregón de <strong>Semana</strong> <strong>Santa</strong><br />

Peñaranda de Bracamonte<br />

MARTES SANTO<br />

Pasamos al Martes Santo, cuando la noche comienza a cerrarse y los faroles dejan sentir su tímido tintinear, la Cofradía del Santo Cristo del<br />

Humilladero anticipa un destino. He dicho la Cofradía del Santo Cristo del Humilladero, pero bien podría haber dicho un barrio, todo un barrio anuncia<br />

al resto del pueblo un destino, es como una llamada a disponer el corazón para vivir el acontecimiento salvador que se aproxima. La imagen del<br />

Cristo Crucificado y del Cristo con la Caña me evocan silencio y soledad desgranada a lo largo del recorrido desde la Ermita del Humilladero hasta la<br />

iglesia de San Luis. Y me pregunto cómo sería el momento y cuál sería la reacción de Jesús al descubrir que estaba solo. El evangelista San Lucas nos<br />

sitúa este momento de soledad en el Huerto de los Olivos y nos dice: «Levantándose de la oración, vino donde estaban los discípulos y los encontró<br />

dormidos por la tristeza» (Lc 22,45). Y no puedo dejar de pensar en la soledad y la angustia de tantos hombres y mujeres de nuestro tiempo. La soledad<br />

del marido o la esposa a quienes se les acaba de romper el matrimonio, la soledad del niño incomprendido y pegado por sus padres, la angustia del<br />

padre a quien el sueldo no le llega a fin de mes, la angustia del que sin fe se enfrenta a los problemas de una vida sin sentido, la soledad del joven que<br />

no encuentra quien le ayude a orientar su vida y se debate a solas con la amenaza del paro y el abandono de sus ilusiones, la soledad del anciano aparcado<br />

en un asilo y su angustia ante una muerte que adivina cercana y en soledad.<br />

Ciertamente Jesús no está solo, le acompaña todo el barrio. Le acompañan tantos solitarios a la fuerza, tantas angustias nuestras y ajenas. Cuando<br />

pasen el martes a vuestro lado la imagen solitaria y angustiosa del Cristo del Humilladero, mirad al inmenso mundo de los solitarios y angustiados.<br />

Después mirad a vuestro propio corazón y tratad de descubrir si también vosotros, como antaño Pedro y Santiago y Juan, estáis todavía dormidos a<br />

causa de la tristeza. Abrid los ojos y tratad de descubrir los solos y angustiados que a vuestro lado pasan. Tal vez así esas imágenes adquieran toda su<br />

significación.<br />

MIÉRCOLES SANTO<br />

El Miércoles Santo «la procesión de la Penitencia», justo entre el día que termina y el día que comienza, como si con ello quisiéramos significar<br />

que nos situamos fuera del tiempo, porque lo que allí se representa no tiene un tiempo determinado, forma parte de nuestra naturaleza, de la de aquellos<br />

que nos precedieron y de los que vendrán después que nosotros.<br />

Muchos de vosotros acompañaréis el Miércoles Santo a Jesús Nazareno como nazarenos, con vuestro capuchón y vuestra túnica, con la vela en la<br />

mano y el silencio en la boca. Aprovechad el momento para pensar en cristiano mientras posáis la mirada en el nazareno Jesús y luego en un balcón, o<br />

en la mirada asombrada y casi con susto de un niño o los ojos arrugados y llenos de recuerdos de una anciana. Ese Jesús Nazareno del paso se va identificando<br />

con cada uno de los que le acompañan y detienen su mirada en su mirar.<br />

Es el Jesús injustamente tratado, como aquel hombre que se siente maltratado por la vida, a quien acosan los problemas de cada día. ¿Cuántos<br />

hombres y mujeres, niños y ancianos están representados en ese paso, en ese Nazareno que cruza nuestras calles hasta llegar a la Parroquia? Y sin<br />

embargo ese Nazareno camina hacia la cruz sabiendo que no es el último eslabón de la cadena. Es el Señor a quien han enviado hacia la muerte y, sin<br />

embargo, será capaz de conquistarnos la vida. Los cristianos no sabemos dar muchas más explicaciones sobre las desgracias que nos afligen que otros<br />

hombres y mujeres de nuestro tiempo. Pero sabemos que nuestras desdichas no son la última palabra. Por eso tenemos la tarea de acoger al Nazareno,<br />

a los nazarenos de cada día. Vosotros, que lleváis a hombros por las calles del pueblo la imagen de Jesús Nazareno, estáis pregonando a los cuatro vientos<br />

vuestra solidaridad con los nazarenos del mundo entero; vuestra disponibilidad a arrimar el hombro y acompañar a todos aquellos para quienes el<br />

camino de la vida es un camino de pasión y muerte. Éste es vuestro compromiso. En cristiano se llama amor, justicia con caridad. Y sabemos que el<br />

fruto es devolver la vida, el mismo que desde la cruz sembró Cristo, el Nazareno por excelencia.<br />

JUEVES SANTO<br />

Todo está marcado por la Cena del Señor. Eucaristía y amor; pan, vino y solidaridad; el lavatorio de los pies y el servicio a los pobres. Esto es la<br />

Eucaristía para siempre, tal es el mensaje del Jueves Santo.<br />

No necesitamos volver la vista atrás, recordar otros tiempos y saciarnos de nostalgia. Muchas veces estos movimientos inconscientes del corazón<br />

nos impiden vivir el presente, el momento que tenemos ante nuestros ojos. Algunos párrafos atrás os decía que a la religión popular nacemos como<br />

nacemos a nuestras tradiciones y a nuestra cultura, por el simple hecho de nacer y crecer en un determinado lugar, pero que cada generación las recrea.<br />

El Jueves Santo se asemeja en nosotros a un gran día de fiesta, a una de las fiestas más grandes del año. Salimos a la calle en peregrinaje y recorremos<br />

uno a uno cada Monumento, dejando en ellos tantas oraciones, tantos deseos sólo pronunciados en los silencios de nuestros corazones. Es como si<br />

abriéramos un paréntesis entre el Miércoles Santo y el Viernes Santo. Un tiempo de preparación para acoger la muerte de Jesús en la esperanza de vivir<br />

el Domingo con su resurrección. Hasta los alimentos son festivos, cómo recuerdo las torrijas empapadas en leche que mi madre preparaba ese día –a<br />

ella, a su memoria permanente quiero dedicar este pregón–. Alimento con cariño, al igual que el mismo Dios hace con nosotros en la Eucaristía, gesto<br />

de amor y de permanencia con nosotros eternamente. ¿Veis lo que acabo de hacer?, nos dirá Jesús en el evangelio de este día. Pues así debéis hacer<br />

vosotros. Seguidamente instituye la Eucaristía. Así se nos dice cómo hemos de entender la vida, que no es de otra forma más que como un servicio a<br />

los demás, empezando por los más cercanos, y cómo hemos de alimentarla, que tampoco es de otra forma más que con Él mismo, con la Eucaristía.<br />

Desde estas claves tiene sentido este día de paréntesis, este día de alegría, de peregrinación, como preparación y descanso para continuar el camino<br />

emprendido el Domingo de Ramos.<br />

VIERNES SANTO<br />

El carácter festivo que caracteriza el Jueves Santo parece prolongarse todavía en la mañana del viernes con «la procesión de La Vela» y los niños<br />

como protagonistas. Una ofrenda limpia para un Cristo dolorido, en ese juego de deseo inconsciente de compensar o compartir la entrega o dolor de<br />

Jesús, por medio de las manos de lo más valioso de un pueblo, de sus hijos.<br />

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