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Semana Santa 2000. - Fundación Germán Sánchez Ruipérez

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C onvertíos y creed en el Evangelio<br />

Con estas palabras comenzábamos el Miércoles de Ceniza la Cuaresma y con estas palabras queremos<br />

comenzar nosotros este breve artículo, para introducirnos en este «tiempo de gracia y conversión<br />

del año Jubilar» que estamos celebrando y que abarca la Cuaresma y <strong>Semana</strong> <strong>Santa</strong>.<br />

Vamos a celebrar en este tiempo, por tanto, el misterio pascual de nuestro Señor Jesucristo. Se<br />

van a cumplir los deseos ardientes de Jesús, los de comer la Pascua con sus discípulos, los de beber<br />

el cáliz preparado, los de ser bautizado con el bautismo de fuego, los de hacer prender su fuego en la<br />

tierra para que arda.<br />

Ha llegado la hora, ese momento mesiánico que tantas resonancias tiene para Jesús. La hora, con<br />

sus glorias y sus tinieblas, con sus amores y sus temores, con su paso de la muerte a la vida.<br />

Dispongámonos a celebrar provechosamente este misterio, no sólo desde fuera, como quien ve<br />

un espectáculo, sino desde dentro, compenetrándonos con los mismos sentimientos de Cristo, el cual<br />

«siendo Dios, no rehusó hacerse hombre, tomando la condición de esclavo» (Fil. 2,3) y muriendo su<br />

misma muerte, para poder resucitar con Él «y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la comunión<br />

en sus padecimientos».<br />

Vamos, pues, a recordar en estos días la historia más dolorosa y más hermosa. Quizás recordar<br />

sea poco. Es mejor acercarse, compenetrarse, revivir sus sentimientos, sus pensamientos y sus actitudes.<br />

Revivir los padecimientos de Cristo, sufriendo en nuestra carne lo que falta a su Pasión. Revivir<br />

su paciencia, su obediencia a la voluntad del Padre, su generosidad, su perdón y, sobre todo, su<br />

amor.<br />

Revivir, incluso, la pasión actual de Cristo en nuestros hermanos. Eso, actualizarla, porque la<br />

Pascua permanece. Jesús sigue sufriendo y resucitando. Jesús sigue siendo desechado, despojado,<br />

triturado. Con frecuencia se oye hablar de la pasión actual de Jesucristo. Y Jesús sigue resucitando,<br />

alentando su espíritu que renueva a todos y lo renueva todo.<br />

En estos días asistiremos a celebraciones litúrgicas y a procesiones y otros actos de <strong>Semana</strong><br />

<strong>Santa</strong>. Está bien, muy bien. Pero no nos quedemos en meros espectadores, vivámoslas íntimamente,<br />

no sólo participemos con una presencia corporal, que nuestro espíritu se una de verdad a lo que estamos<br />

participando o a lo que están viendo. Nuestro silencio, nuestro recogimiento exterior e interior<br />

sean signos de lo que estamos viviendo en nuestro entorno. Importa, pues, no quedarse en la superficie,<br />

sino entrar en el significado del misterio que presenciamos. No nos quedemos en el espectáculo,<br />

en el mero rito, en las emociones y admiraciones. Que nuestra <strong>Semana</strong> <strong>Santa</strong> sea un grande y valioso<br />

sacramento=signo sagrado.<br />

Si algo tuviéramos que escoger como línea fuerte de todos los acontecimientos que celebramos<br />

en Cuaresma y <strong>Semana</strong> <strong>Santa</strong>, debíamos escoger sin duda el amor desbordante de Quien se entrega<br />

por nosotros. Él no ha hecho en su vida otra cosa que amar, que pasó por la vida haciendo el bien,<br />

que es la sonrisa, el beso y el abrazo de Dios al hombre. Pero ahora, en estos días, su amor rompe el<br />

dique de contención y se desborda torrencialmente. «Antes de la fiesta de la Pascua... habiendo<br />

amado a los suyos, los amó hasta el extremo» (Jn. 13,1). Y ¿cuál es el extremo? Se ha dicho que la<br />

medida del amor es amar sin medida, por eso el límite del amor ha sido roto por Cristo, porque es<br />

infinito, es el mismo amor de Dios. Así, en Cristo, el amor humano se trasciende y se diviniza, y el<br />

amor divino se encarna y humaniza.<br />

Pues, peñarandinos, que con estos sentimientos entremos en los días santos que se nos avecinan<br />

y los vivamos plenamente. Os lo desean y os lo piden<br />

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