Adviento-Navidad

Para la LITURGIA
digma de la búsqueda de Dios y de su voluntad: “¿No sabíais
que debía ocuparme de las cosas de mi Padre?” Los
padres están llamados a reconocer en los hijos no una
propiedad, ni unos derechos, ni una posesión, sino un don
de Dios. Y con el regalo la generosidad de su propia entrega,
primero en el cuidado personal, en la transmisión de
la fe y en la educación humana y más tarde en el respeto
a la libertad e independencia del hijo. Pero también los
hijos son llamados a entrar en el camino de la obediencia,
como Jesús, y a vivir sujetos a los padres, en una vida
escondida, de familia, de amor mutuo y de crecimiento
personal.
Cada miembro de la familia está llamado a descubrir
cuál es el proyecto de Dios sobre él y a secundarlo con
disponibilidad y radicalidad. La imagen del nacimiento
aplicada al don de la vida divina se encuentra en la
segunda lectura, como frecuentemente aparece en los
textos de san Juan. Ese nacimiento tiene lugar en el bautismo.
El nuevo nacimiento del cristiano le confiere el
nombre y la naturaleza de hijo de Dios. El amor de Dios es
tan generoso que llega a engendrar al hombre por amor
nada menos que a la vida divina.
Cáliz de la Misericordia
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