Adviento-Navidad

Para la LITURGIA
1 de enero
Santa María,
Madre de Dios
La Madre
de la Misericordia
Un gesto propio del día: Alrededor de la imagen del niño
Jesús se pueden poner calendarios del año 2016.
Moniciones antes de las lecturas
Primera lectura y Evangelio.
Números 6, 22-27 y Lucas 2, 16-21
La bendición sacerdotal del Antiguo Testamento tenía
como petición fundamental la paz. En este día pedimos
este gran don al Príncipe de la paz, que recibió en su circuncisión
el nombre de Jesús, que quiere decir Dios salva.
Segunda lectura.
Gálatas 4, 4-7
Dios envió a su Hijo nacido de una mujer, como todos los
humanos. Por ello, María debe ser llamada verdaderamente
“Madre de Dios”, como lo celebramos en esta Solemnidad.
Para la homilía
Hoy nuestra mirada, en la Octava del Nacimiento del Señor,
se dirige especialmente a María, la Madre de Dios. En el primer
día del nuevo año civil celebramos la IL Jornada Mundial
de Oración por la Paz, cuyo lema reza esta año “Vence
la indiferencia y conquista la paz”, que para nuestra diócesis
cobra un sentido especial en el ámbito del Encuentro Europeo
de jóvenes de Taizé celebrado en Valencia que finaliza hoy.
La liturgia hoy nos presenta a María como aquella que «conservaba
todas estas cosas, meditándolas en su corazón»
(Lc 2,19). Ella, la que abrió su vida a la acción de Dios posibilitando
la encarnación del Verbo eterno del Padre, se sitúa
ante lo que ocurre con una actitud de apertura, haciéndose
cargo y meditando los acontecimientos desde la visión de
aquella en la que el poderoso ha hecho obras grandes (cf. Lc
1,49). María es consciente, como lo declara en el magníficat,
de que Dios auxilia a Israel su siervo haciendo presente la misericordia
prometida (cf. 1,54), y esto es puesto de manifiesto
al final de la lectura evangélica donde se relata la presentación
del Niño en el Templo. Ese Niño, que lleva por nombre
Jesús y cuyo significado es “Dios salva”, es la manifestación
de la misericordia prometida a los patriarcas de parte del Señor,
y María es aquella que trae al mundo a Jesús.
En el encuentro con Él, “rostro de la misericordia del Padre”,
se ofrece la luz y el favor divino a todas las gentes
(cf. Núm 6,25), como imploraba el pueblo de Israel en la ben-
Cáliz de la Misericordia
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