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una banda-comuna, en la que convergen
músicos procedentes del bluegrass (el
propio García), del folk (Bob Weir), de la
música clásica de vanguardia (Phil Lesh),
del blues (Ron “Pigpen” McKernan), o
del jazz (Bill Kreutzman); una banda que
además y desde el principio, pretendía
fusionarse con su público, como puede
comprobarse en antiguas fi lmaciones
en directo en las que el escenario está
prácticamente a ras del suelo. Como
dice Dennis McNally en el documental,
se trataba de un grupo que “disolvía
sus egos en ácido”. Todos tienen voz
y voto, no hay nadie por encima de los
demás. Y sin embargo todo parece partir
y terminar en la complicada, y de nuevo,
contradictoria fi gura de Jerry García. Él
es, a su pesar, el líder indiscutible de la
banda, el “mesías” al que los deadheads
adoran, un papel del que García
siempre renegará por miedo al poder
y responsabilidad que eso conlleva, y
que le ocasionará no pocos problemas
de salud. Como puede apreciarse en la
película, García teme convertirse en un
líder fascista, que le dice a las masas
lo que tienen que hacer, pensar y decir,
cuando la realidad es que a él lo único
que le interesa es la música y la diversión.
Por otra parte, si hay una banda ajena al
establishment, que opera casi sin apoyo
de una discográfi ca, ajena al circuito
habitual de grandes estrellas y casi
siempre de manera anárquica, esa es
Grateful Dead. Resultan muy cómicas las
declaraciones de Joe Smith, entonces
presidente de Warner Bros. Records
explicando la imposibilidad de editar
singles de aquellas extrañas y largas
composiciones (como “St. Stephen” del
disco “Aoxomoxoa”) que retrasaban y
encarecían hasta el infi nito el presupuesto
de las grabaciones. Y sin embargo,
desde el primer momento empiezan a
surgir acólitos, roadies, miembros de la
comunidad que se unen a la causa de
manera espontánea. Y no nos olvidemos
de los fans, quienes con su práctica
de grabar cada concierto (permitida
por la banda) y compartirlo de manera
gratuita con el resto de fans, crean, sin
pretenderlo, la mejor estrategia posible de
promoción. No puedes perderte un show
de Grateful Dead porque sencillamente
ningún concierto es igual a otro. Todo es
un caos, pero todo funciona.
Además, al contrario de todas las bandas
de los sesenta y setenta, Grateful
Dead no cuidaba su imagen. No se
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