Los niños: Una cosecha significativa ¡Evangelizar a los niños es un ...

L a F a m i l i a
Por: Carolina L. Tamayo
¿La iglesia de mañana o la iglesia de hoy?
“Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron.
Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos” (Mateo 19:13, 14).
Cuando nos referimos al ministerio
de niños y de jóvenes en muchas iglesias
evangélicas hemos usado por largo tiempo
la frase “la iglesia del futuro”. Esto
nos ha hecho sentir o nos ha dado la
idea de que ellos en sí no son el enfoque
actual. En adición a esto hemos estado
bajo la mala interpretación de que las
necesidades e intereses espirituales de
nuestros niños y jóvenes son menos
importantes que los de la congregación
adulta. De hecho, en ocasiones he escuchado
a personas decir: “Son sólo
niños. ¿Qué problemas podrían tener?”
Nos encontramos en una nueva era de la
iglesia así también como de la sociedad.
Recibimos cantidad de información y
somos grandemente influenciados por
el mundo. Nuestros niños están siendo
expuestos a mucho más que antes. Lo
cierto del caso es que nuestros niños
tienen una verdadera y profunda necesidad
de tener un fundamento firme de fe
en Dios, edificado el mismo sobre Su
Palabra viviente. Creo que la iglesia
debe colocar un gran énfasis en toda
la familia, y a más de esto en nuestros
niños y jóvenes. Como iglesia, es nuestra
responsabilidad enseñar, exhortar
y estimular a nuestros niños a buscar
a Dios de todo corazón. Como padres
tenemos una mayor responsabilidad de
instruir a nuestros hijos y ser ejemplos
personales de la fe. Este es un privilegio
sorprendente, pero también una
gran tarea. A menudo se convierte en
un gran reto balancear los itinerarios,
la iglesia, el trabajo y las necesidades
físicas de nuestros hijos al igual que el
crecimiento espiritual de aquéllos que
han sido colocados a nuestro cuidado.
Su edificación espiritual es, claro está,
de suma importancia para todos.
Por lo tanto, ¿de qué manera tratamos
con las necesidades de los niños y
adolescentes en nuestro hogar? Primera
y primordialmente, debemos dirigir a
través del ejemplo. Debemos amar y
confiar en el Señor con todo nuestro
corazón. Esto podría ser desalentador si
sólo colocamos el enfoque en nuestras
faltas; sin embargo, sabemos que en
ocasiones todos fallamos. En la medida
que nuestros niños nos vean enfrentándonos
a dificultades en nuestras vidas,
comprenderán y sabrán que Dios es fiel
y está siempre con nosotros. A menudo
testificamos y explicamos ante la iglesia
o a los demás la manera en que Dios nos
liberó del pecado; o testificamos acerca
de una sanidad o provisión financiera
que Dios obrara en nuestras vidas. ¿Están
orando los niños junto a nosotros
por estas necesidades? ¿Les demostramos
cuánto valoramos sus oraciones y fe
pidiéndoles su ayuda?
En segundo lugar, necesitamos reclamar
la verdad y la vida de la sangre
de Cristo sobre nuestros niños. Ellos deben
conocer el poder de la sangre derramada
por nosotros. Es importante que
sepan que fue a través de Su sacrificio
que tenemos vida eterna, sanidad, amor
y una conexión con Dios.
Tercero, debemos motivar a nuestros
niños a compartir su fe. ¡SÍ, su fe! Los niños
tienen una gran fe. De hecho, Jesús
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habla acerca de la fe de los niños como
el “reino de los cielos”. Él no dice que su
fe del mañana o del futuro habrá de ser
el reino de los cielos, sino su fe actual
(véase Mateo 19:14). Los niños tienen
una sorprendente capacidad para la fe en
el Señor. Una de las cosas más hermosas
que he visto es el poder de los niños que
oran por otros y la fidelidad de Dios para
responder a dichas oraciones.
Para que los niños puedan edificar
su fuerza física los enseñamos a ejercitar
sus músculos. Para que puedan edificar
su fuerza espiritual tenemos que enseñarlos
a edificar sus músculos espirituales
también. A continuación algunos puntos
prácticos de cosas que podemos hacer a
diario con nuestros niños para ayudarlos
a convertirse en fuertes guerreros de la fe.
1. Orar a diario juntos como familia.
2. Permitir que compartan sus peticiones
de oración.
3. Pedirles que den gracias por lo
que Dios ha hecho por ellos.
4. Leer la Biblia juntos. (Como
maestra puedo decirle que se requiere
que los niños tengan un
tiempo de lectura independiente
fuera de la escuela. ¡Qué mejor
oportunidad que ésta para leer la
Biblia o un devocional juntos!)
5. Estimularlos (especialmente a
los adolescentes) a invitar a sus
amigos a eventos/servicios y actividades
de la iglesia, apropiados
para su edad.
6. Hablar acerca de su caminar
espiritual con el Señor, convirtiéndolo
en una prioridad como
lo haría si estuviera discipulando
a un nuevo cristiano.
7. Amarlos.