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Calvino - Sermones Sobre Job.pdf - Quechuas

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pedido a Dios: "SeÒor, aparta mis ojos, que no vean la vanidad" (Salmo 119:37). Si hubiera<br />

sido la obra de <strong>Job</strong> la que aquÌ defendÌa, no hay duda que tambiÈn David hubiera podido<br />

adquirir semejante constancia, como es la de no concebir vanidad, y que sus ojos no fuesen<br />

seducidos o distraÌdos de ninguna manera imaginable. Ahora, es aquÌ que David confiesa que<br />

no podÌa tener ni adquirir esto sino por la pura gracia de Dios; consecuentemente, se deduce<br />

que <strong>Job</strong> no pudo hacer tal pacto por su propia libre voluntad, 1 diciendo que la razÛn dominaba<br />

de tal manera en Èl que podÌa obtener la victoria sobre todas sus pasiones; aquÌ, en cambio,<br />

intenta atribuir a Dios la alabanza por tal beneficio. No es entonces, para jactarse y<br />

magnificarse asÌ mismo, como habiendo adquirido semejante beneficio, sino reconociendo que<br />

Dios lo habÌa gobernado tan bien que en la presencia del mal ya no se sentÌa atraÌdo por Èl.<br />

Adem·s, cuando <strong>Job</strong> habla de esta manera, notemos que por el contrario intenta decir si<br />

un hombre mira a una mujer o a una joven, y si es incitado al mal, esto ya es pecado delante de<br />

Dios. Aunque el acto exterior quiz· no ocurra allÌ, aunque el hombre quiz· no trate de<br />

corromper a una joven, ni de seducirla, aunque quiz· todavÌa no tenga la intenciÛn de decir,<br />

"Yo quisiera," y aunque luego el hombre no tenga este deseo, sino que resiste la tentaciÛn a la<br />

cual es incitado, sin embargo, no deja de ofender a Dios. Este punto es digno de ser notado. En<br />

efecto, oÌmos la declaraciÛn de nuestro SeÒor Jes˙s, que no debemos pensar que seremos<br />

eximidos o absueltos delante de Dios por el simple hecho de habernos abstenido del adulterio<br />

corporal; sino que aquel, que simplemente haya mirado a una mujer, ser· juzgado como<br />

ad˙ltero delante de Dios si, en efecto, la mirada ha sido carente de castidad. 2 Y lo que es peor<br />

(como ya lo he dicho) cuando la voluntad aun no ha sido fijada en ello, ya tenemos que<br />

confesar la falta delante de Dios a efectos de humillarnos a nosotros mismos. Bien dicen los<br />

papistas que si un hombre consciente el mal, esto es, si lo desea de tal manera que est·<br />

plenamente resuelto a cometerlo cuando la ocasiÛn se le presente, en tal caso, confiesan ellos,<br />

el pecado es para condenaciÛn. Pero si el hombre tiene alg˙n apetito malvado basta que no lo<br />

apruebe totalmente para que, seg˙n afirman los papistas, no sea pecado; en ello hay una<br />

blasfemia execrable. Est· dicho, "Amar·s a tu Dios con todo tu corazÛn, con toda tu alma, con<br />

todo tu entendimiento y con todo tu fuerza." 3 øQuÈ quiere decir "entendimiento y fuerza"? Dios<br />

no ha limitado el amor que le debemos, a nuestro corazÛn solamente, y a nuestros<br />

sentimientos; afirma en cambio, que nuestra mente y nuestros sentidos tambiÈn tienen que<br />

estar aplicados a ello, y toda nuestra fuerza, es decir, todas nuestras facultades y poderes que<br />

tiene nuestra naturaleza. Ahora, si un hombre concibiÛ alg˙n mal, aunque no estuvo totalmente<br />

de acuerdo con Èl, y aunque sus sentimientos no estuvieron completamente entregados a Èl,<br />

les pregunto, øamar· a Dios con todo su entendimiento? De ninguna manera. Aquel que tiene<br />

el mÌnimo deseo de corrupciÛn en sÌ mismo, aunque el resto tienda a cumplir la ley, øpodr·<br />

amar a Dios como debe hacerlo? Ciertamente, no. Porque el pecado no es sino la trasgresiÛn<br />

de la ley de Dios.<br />

Concluyamos entonces que todas las fantasÌas malvadas que tenemos cuando somos<br />

atraÌdos por el mal, son otros tantos pecados, y que estamos en deuda con Dios, y que Èl no<br />

solamente nos ha soportado con su infinita bondad, sino que perdona a los suyos, aunque ellos<br />

deben reconocer estas cosas como pecado; y todo aquel que se adula asÌ mismo provoca la ira<br />

de Dios y completa el mal para su condenaciÛn. Porque al final, la hipocresÌa tendr· que ser<br />

descubierta y revelada para ser castigada con todo el resto. Entonces, aquellos que piensan no<br />

estar obligados y creen no ofender a Dios cuando son atraÌdos por el mal, no gana nada; no es<br />

para enmendar su conducta, porque esta hipocresÌa tiene que ser castigada gravemente.<br />

Recordemos entonces (como ya lo he dicho) que si bien no consentimos el mal, sino que en<br />

realidad solo somos tentados, aunque haya alg˙n deseo al que resistimos; Èste ya es una falta<br />

y una debilidad en nosotros. Si solamente concebimos alg˙n deseo malo, ello ya es signo de<br />

corrupciÛn en nuestra naturaleza. Y, en efecto, si el mal no habitara en nosotros, y si todavÌa no<br />

hubiÈramos apartado de la rectitud e integridad que Dios puso en el primer hombre, es cierto<br />

que nuestra mirada serÌa mucho m·s pura y casta de lo que es; y todos nuestros sentidos,

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