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Ir al libro

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DIOS TE SALVE<br />

Mi planta vacilante se adelanta hasta tu <strong>al</strong>tar, noble Señora; sobre<br />

mi senda ya no hay lirios, ni madreselvas, ni <strong>al</strong>elíes; huyeron<br />

como sueños peregrinos mis esperanzas y mis ruegos; y sobre<br />

este paisaje que el azul matiza, se expande mi <strong>al</strong>ma como una<br />

caricia huérfana de amor y enferma, dolorosamente enferma, de<br />

inquietud. . .<br />

Como pét<strong>al</strong>os caducos, pálidos y sin el terciopelo suave del color,<br />

cayeron mis sueños en la noche tenebrosa de las dudas zahareñas y<br />

mi amor como niño hambriento, lleno de fe<strong>al</strong>dad y de frío, ambula<br />

silencioso por el <strong>al</strong>ma vaga de las cosas.<br />

No hay, señora, en mi noche, cocuyos de fosforescencias<br />

augur<strong>al</strong>es, y si van mis ilusiones por las sombras pavorosas,<br />

errando sin destino y sin quimera, es porque guardan aún la<br />

esperanza suprema del milagro.<br />

Hay en mi <strong>al</strong>ma cantos de vida y de <strong>al</strong>egría; himnos Triunfadores<br />

de amor y de ventura; más ellos son, Señora, flores de consolación<br />

para las tiernas criaturas que resignadamente me han amado, y<br />

para quienes he construido la rara mentira de amar. He mentido<br />

por caridad, aunque para ello se haya roto mi corazón en mil<br />

jirones y haya manado sangre redentora. ¡Señora: no hay en mi<br />

<strong>al</strong>ma un solo átomo de amor! . . .<br />

Tu, noble Señora; tu, que pusiste sobre mi <strong>al</strong>ma, la primera, el<br />

manto de tu gracia y me enseñaste la inquietud de querer: tu has<br />

hecho la noche en mi senda, en mi jardín la aridez y en mi <strong>al</strong>ma el<br />

desamor. Tuya es la culpa y mío es el perdón; tuya es la hora del<br />

remordimiento y mío el instante de la resignación. . .<br />

Y si por tu desgracia y por tu amor, mi <strong>al</strong>ma ambula huérfana<br />

de esperanzas, ayuna de caricias y enferma de frío; piensa en<br />

mí y que Dios te s<strong>al</strong>ve abrigada en mis brazos, cubierta por mis<br />

besos y santificada por ese amor que vaga silencioso por el <strong>al</strong>ma<br />

de las cosas.<br />

1923<br />

109<br />

FELIPE DE J. ESPINOSA

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