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Ir al libro

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si logras descubrir sobre su frente<br />

la huella del dolor,<br />

ese dolor que quita lentamente<br />

la paz del corazón. . .<br />

¡No le cierres la puerta! D<strong>al</strong>e abrigo,<br />

<strong>al</strong>ivia su dolor;<br />

que ese enfermo del <strong>al</strong>ma, ese mendigo,<br />

ese paria. . . ¡soy yo!<br />

Yo que aprovecho la penumbra incierta<br />

de esta tarde invern<strong>al</strong>,<br />

para llegar, amor, hasta tu puerta<br />

pidiendo descansar;<br />

yo que voy por el mundo sin consuelo,<br />

sin abrigo y sin paz;<br />

como esas aves que <strong>al</strong> surcar el cielo<br />

ignoran dónde van. . . !<br />

TAL ERA ESA NOCHE . . .<br />

177<br />

Vigía Chico.-1914<br />

En la verde extensión de los prados<br />

a trechos de rojo y azul s<strong>al</strong>picados,<br />

caía como una<br />

caricia de virgen, la luz de la luna;<br />

c<strong>al</strong>laban los vientos. C<strong>al</strong>laban las cosas,<br />

y eran cu<strong>al</strong> gotas de llanto en las rosas<br />

los ígneos cocuyos;<br />

no había en la espesura ni trinos ni arrullos;<br />

los <strong>al</strong>tos pinares<br />

ADOLFO LAILSON BANUET

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