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Ir al libro

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Mis huéspedes también son <strong>al</strong>gunas arañas. Su ferminidad las<br />

hace menos discretas, y han pasado frente a mis ojos dejándome<br />

la visión graciosa de sus cuerpos. Haciendo emerger la diminuta<br />

cabeza de la crinolina de sus patas, son como grandes señoras de<br />

severas líneas. Y como todas las coquetuelas, cuando advierten<br />

cerca los dedos toscos de mi mano, corren asustadas.<br />

Todas son juguetonas. Hacen m<strong>al</strong>abarismos, deteniéndose<br />

de un hilo viscoso y brillante que han robado a la confección<br />

cuidadosa de sus telas. Suben y bajan revelando una experiencia<br />

asombrosa. Y cuando <strong>al</strong>guna mano traviesa trata de atraparlas,<br />

ascienden velozmente para no descender más. Parece que en<br />

estas cabezas diminutas cabe más prudencia que en las rarezas<br />

grandes de las mujeres.<br />

Son colos<strong>al</strong>es artistas, y como seres geni<strong>al</strong>es tienen también<br />

su fondo morboso: las víctimas son las moscas que encuentran su<br />

sudario en la m<strong>al</strong>la delicada de sus telas.<br />

Adornan su casa-rincón con cuidado y vacían en ella los más bellos<br />

tesoros. Las mujeres dicen hacer cosas preciosas con la paciencia<br />

adorable de sus manos; pero estas señoras arañas superan las<br />

hechuras femeninas; se inspiran y dejan verdaderos encantos como<br />

fruto de su labor c<strong>al</strong>lada y paciente. Y lo hacen sin platicar siquiera.<br />

T<strong>al</strong> parece que su silencio concurre a re<strong>al</strong>izar el sortilegio.<br />

Yo por mi parte les rindo agradecimiento por la maravilla que<br />

esplende en lo <strong>al</strong>to de los rincones de mi casa. Obra anónima y<br />

hermosa, es un dislate en este Mundo donde no se entiende de Belleza.<br />

Agustina, mi fiel sirvienta, deberá quedarse pasmada ante<br />

tanta riqueza: telas preciosas y finas de una simetría tan delicada,<br />

de un tejido tan sutil, que parece obra de ensueño. Si la torpeza de<br />

nuestras manos se atreve a mancillarlas caen arrrugadas y bofas,<br />

como muda protesta a tanto atrevimiento.<br />

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ALFONSO MEJÍA SCHROEDER

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