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Ir al libro

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OCASO<br />

Mustias están las rosas que, en mi <strong>al</strong>ma florecieron,<br />

y muertos mis ide<strong>al</strong>es, sin fe, sin ilusión;<br />

huyeron de mi vida los plácidos <strong>al</strong>bores,<br />

como huyen hojas secas que barre el aquilón.<br />

El verdor de los campos lo encuentro muy sombrío,<br />

el rumor de las selvas, como eco de dolor;<br />

y semejan quejidos los oleajes del río,<br />

y el canto de la <strong>al</strong>ondra presagios de temor.<br />

Ya no se muestra a mi <strong>al</strong>ma, Natura eng<strong>al</strong>anada<br />

de nubecitas blancas de gu<strong>al</strong>da y rosicler;<br />

ni hay pájaros cantores, ni luz en la <strong>al</strong>borada,<br />

ni murmurante arroyo de rápido correr.<br />

No hay dorados ocasos, ni atardeceres rojos<br />

que deja el sol muriente en su hondo agonizar;<br />

sólo la negra sombra y míseros despojos<br />

del día que en la penumbra la noche va <strong>al</strong>canzar.<br />

Mas <strong>al</strong> volver risueña la linda Primavera<br />

que esparce sus encantos y vida por doquier,<br />

despiertan mis ide<strong>al</strong>es y por la vez postrera<br />

el <strong>al</strong>ma se emociona, se siente renacer.<br />

385<br />

MARÍA ANTONIA RUBIO

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