para leer durante el finde 24 noviembre
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E-pistolario: La danza de don Andrés<br />
by FREDERIC PORTA<br />
Mi querido Martí,<br />
El hombre de los caram<strong>el</strong>os, según la f<strong>el</strong>iz definición de Frank Rijkaard, sigue<br />
d<strong>el</strong>eitándonos a base de dulzuras y regalitos. Dádivas que por sí solas justifican <strong>el</strong><br />
precio de la entrada o, en <strong>el</strong> caso de ayer, la contemplación d<strong>el</strong> recital a tan<br />
intempestiva hora, en esa detestable modernidad de la hierba artificial a la que <strong>el</strong><br />
general Invierno debería confundir, por mucho que <strong>el</strong> clima moscovita pueda justificar<br />
tamaño desmán en la s<strong>el</strong>ección de alfombra. Iba don Andrés, a quien seguiremos<br />
tratando de usted hasta que <strong>el</strong> interesado nos permita un tuteo en exceso familiar<br />
dada su categoría, camino d<strong>el</strong> banderín de córner rodeado de zamarras rojas cuando,<br />
de repente, así, de sopetón, como se les ilumina la bombilla a los genios, nos regala la<br />
ocurrencia de un baile en deslizamiento sobre baldosa ínfima, se va de tres entre<br />
caños y nos deja con las ganas de repasar <strong>el</strong> vídeo <strong>para</strong> memorizar la identidad de los<br />
burlados, por si algún día cabe describir tal b<strong>el</strong>leza a los nietos y necesitamos ap<strong>el</strong>lidos<br />
<strong>para</strong> que no nos tachen de exagerados inventores de leyendas urbanas.<br />
Recuerdo, amigo Martí, la última vez que algún futbolista me tumbó d<strong>el</strong> sofá,<br />
generándome con la praxis de su imaginación un brinco espontáneo de esos que dan<br />
con tus posaderas en <strong>el</strong> frío su<strong>el</strong>o. El interfecto se llamaba Rivaldo, jugaba también al<br />
servicio d<strong>el</strong> Barc<strong>el</strong>ona, y se marcó un control de izquierda en la banda allá por <strong>el</strong><br />
mediocampo seguido por un tún<strong>el</strong> magistral al marcador en <strong>el</strong> mismo respiro y<br />
continuidad, todo a una, como si <strong>el</strong> detalle fuera nimiedad, como si <strong>el</strong> lacito d<strong>el</strong> regalo<br />
pudiera adquirirse en cualquier razón social. Habrá goles y golazos, jugadas y<br />
jugadones, paredes y combinaciones, pero nada como lo inesperado <strong>para</strong> generar<br />
admiración automática, de esas que vives y expresas sin necesidad siquiera de<br />
tamizarla antes por las neuronas d<strong>el</strong> raciocinio. Rivaldo era una exageración de<br />
p<strong>el</strong>otero, maravilla digna de figurar en los anales a la que apenas se puede acusar, que<br />
ya es demasía, de cierta carencia en <strong>el</strong> depósito de carisma, ambición por fijarse en <strong>el</strong><br />
esca<strong>para</strong>te y ausencia de la egolatría que, en ocasiones, tanto repudiamos en los<br />
creídos narcisos d<strong>el</strong> balompié. Con <strong>el</strong> Depor y con <strong>el</strong> Barça firmó bastantes obras<br />
dignas de figurar en <strong>el</strong> Museo de Arte Contemporáneo, pero no las quería lucir,<br />
decisión que le coloca en <strong>el</strong> mismo club de don Andrés. El club de los modestos que<br />
nos ganan <strong>el</strong> corazón a fuerza de consumar pinc<strong>el</strong>adas de arte.<br />
Iniesta ha metido goles decisivos, fantásticos, espectaculares, pese a seguir<br />
sosteniendo, con <strong>el</strong> propio interesado a la cabeza, que esa no es la gran virtud, <strong>el</strong> s<strong>el</strong>lo,<br />
la distinción de su prodigiosa categoría. Don Andrés, a poco que nos fijemos, es Fred<br />
Astaire sobre hierba en baile de dominio y jerarquía sobre Ginger Rogers; es Micha<strong>el</strong><br />
Jackson moonwalkeando sin dar mayor importancia a la naturalidad con que ejecuta la<br />
cosa; es <strong>el</strong> primer bailarín d<strong>el</strong> Ballet Ruso a ras de tierra, al primer toque, sin discurso<br />
pre<strong>el</strong>aborado, improvisación de la mejor categoría, dominio técnico abrumador de la<br />
materia que tanto nos ocupa. No soy m<strong>el</strong>ómano experto, Martí, pero me encantaría<br />
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