Parte 1 - Federación de Asociaciones de Profesores de Español

decidió abrazar el judaísmo, lo que haría finalmente en
Alejandría. Pérez (187n) recoge el dato de que el Livorno
“hacía votos para que otros conversos mallorquines
se animaran a seguirle” (Braustein 120).
El papel de Livorno debe, asimismo, analizarse
junto al de las comunidades económicas sefarditas en
la diáspora. A poco tiempo de la expulsión de 1492,
los judíos de origen español (y portugués) se habían
ya establecido en muchas de las provincias del Imperio
Otomano a lo largo del Mediterráneo y del Mar Negro,
preferentemente en las grandes ciudades, pero
también en núcleos de población más pequeños. Entre
las ciudades que destacan por su presencia sefardita
figuran Constantinopla, Esmirna, Adrianápolis, Salónica
y Safed, a la vez como centros de vida económica
y cultural y como lugares de intensa vida religiosa y
espiritual. Este carácter citadino del sefardita ha sido
remarcado por muchos autores. En estas comunidades
no sólo había comerciantes, sino también maestros
y oficiales artesanos, especialmente del vidrio y de la
industria textil, entre otros, que obtuvieron un grandísimo
auge comercial e industrial y llegaron a tener
un cierto grado de prosperidad material. Bayaceto II
(1481-1512) y Solimán el Magnífico (1520-1566) los
invitaron a permanecer en sus dominios. Asimismo lo
hizo en varias ocasiones la Santa Sede. Y en todo ello
primaba el interés económico de monarcas y cúpulas
industriales. A lo largo del siglo XVI los judíos españoles
se fueron asentando de modo temporal o definitivo
en muchas ciudades italianas. Las principales comunidades
judías sefardíes se instalan en Ancona, Ferrara,
Florencia, Livorno (Liorna), Pisa, Venecia y Roma.
Muchas de estas comunidades sirven de nexo entre los
reinos de Italia y las ciudades del Imperio Otomano,
donde también había potentes comunidades sefardíes,
siendo por ello reclutados con ahínco por gobernantes.
Para el caso de Livorno, Ferdinando I, como ya hemos
mencionado, promulga una carta privilegio conocida
como “Livorniana” en 1593, en que se establecían los
puertos francos de Pisa y Livorno. La cláusula que más
atrae la atención sefardita es la que reza: “Queremos
además que durante dicho período, nínguna Inquisición,
visita de reconocimiento, denuncia, o acusación
se haga con vosotros o vuestras familias, ni aún cuando
en el pasado puedan haber vivido fuera de nuestros dominios
bajo capa de cristianos, o con nombre de serlo.”
De hecho, en pocos años la comunidad sefarditas se
haría con el monopolio del comercio del coral, especies
y medicamentos, así como el de la fabricación del
jabón (ocupación central entre las antiguas comunida-
LITERATURA E HISTORIA
Los chuetas, pueblo maldito.
Religión y economía en los siglos xVI-xVIII.
des hebreas de la costa mediterránea española y de la
mallorquina hasta el siglo XVIII); asimismo, introdujeron
telares para fabricación de sedas y lanas y, muy en
particular, fundaron compañías de seguros marítimos.
Como indicativo de la pujanza sefardita en Livorno se
suele mencionar el hecho de que hasta 16 familias eran
dueñas de carruajes, privilegio que en la mayor parte
de Italia les estaba vedado a los judíos y al que en el
siglo XVII acceden muy pocos súbditos incluso en la
Península Ibérica. Aspecto central en este entramado
comercial-económico lo ocupa el desarrollo de las aseguradoras,
lo que, a su vez, supone un nexo de conexión
entre Livorno y el mundo chueta de Mallorca.
De hecho, como Pons y Pons (2007) ha estudiado, en
el siglo XVII se produce en España una “transformación
del mercado asegurador, asumiendo un nuevo protagonismo
las compañías de seguros”. A partir de 1670
las compañías de seguros marítimos de convertirán en
la forma predominante de asegurar en Mallorca. Las
sociedades de seguros marítimos (caixes de seguretat)
substituyen en este momento a los antiguos aseguradores
individuales y en poco tiempo llegan a controlar
el negocio. Responsables directos de la difusión de las
mismas fueron los chuetas 3 . Quizá convenga recordar
en este punto algunos elementos no por conocidos de
menor relevancia. Las redes comerciales que indicamos
para la comunidad judía (judía, judeoconversa, chueta)
están plenamente imbricadas entre sus diferentes
puntos comerciales (Ámsterdam, Mallorca, Marsella,
Génova, Livorno, Venecia, Esmirna, etc.). La mayoría
de los mercaderes judíos pertenecían a un grupo que se
podría denominar profesional, integrado por los grandes
mercaderes, los delegados, los representantes y los
agentes o intermediarios. El alcance de las mismas se
basa en poder haber establecido (en realidad desde la
alta Edad Media) una red amplia de comercio internacional
basada en mercaderías de exportación, especies,
materiales de vestido, productos de lujo, etc. En
segundo lugar, debido precisamente a su dispersión y
a que su relación es estrecha y fuerte, su grado de organización
está muy desarrollado, aumentando la eficacia
al contar con sus propios medios de transporte.
En último término, dicha eficacia comercial se basa en
sus métodos innovadores. El último en una larga serie,
en el siglo XVII, es la creación de las compañías aseguradoras.
Desde la época roma hasta la Edad Moderna
era frecuente que los grandes mercaderes se asociaran
con otros comerciantes, creando así verdaderos monopolios,
en particular fuertes a partir del siglo XIV. Las
sociedades así constituidas, de marcado carácter fami-
3 “Los conversos practicaron una endogamia matrimonial, económica y social que permitió crear una comunidad cerrada. En su interior se creó
una compleja red formada por compañías de seguros diferenciadas por tamaños y vinculadas por socios comunes (Caixes majors y caixons).
De esta forma consiguieron una importante reducción de los costes de transacción. Este modelo continuó durante gran parte del siglo XVIII.
Las características de este modelo y de estas empresas no difieren en mucho de las documentadas en otras plazas para el siglo XVIII” (Pons
Pons 2007).
Octubre-Diciembre 2009 Página 59