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Revista Iberoamericana de Polímeros Volumen 4(2), Abril 2003<br />
Schulz y Katime Los <strong>fraudes</strong> científicos<br />
“crueles torturas infligidas en nombre de la ciencia a las pobres criaturas indefensas”.<br />
Obviamente, no saben que lo que se conoce de biología, con ser inmensamente superior al<br />
conocimiento que se tenía apenas 40 años atrás, es todavía una gota de agua frente a un<br />
inmenso mar de cosas que ignoramos. Un modelo puede predecir los efectos de fenómenos y<br />
relaciones que ya sabemos, pero no lo que ni siquiera sospechamos que existe.<br />
El lector habrá adivinado a esta altura del trabajo que los autores no son racionalistas.<br />
Pero no es enemigo de los teóricos. Son muy necesarios. Alguien debe unir los fenómenos<br />
naturales, a veces sin conexión aparente entre sí, en una teoría armónica que los explique y<br />
permita hacer predicciones. Pero esa teoría está siempre sujeta a revisión, sobre la base de la<br />
confrontación de las consecuencias de la teoría con la experiencia. La historia de la ciencia<br />
está llena de teorías que parecían explicar los hechos, hasta que algo las contradijo, y fueron<br />
reemplazadas por otras, que eventualmente correrán la misma suerte. En química, la teoría del<br />
flogisto parecía explicar la combustión en forma muy racional, hasta que a Lavoisier se le<br />
ocurrió verificar si se conservaba la masa de un sistema que sufría dicho fenómeno. Sin esa<br />
comprobación experimental, todavía seguiríamos creyendo que los cuerpos combustibles<br />
tienen la esencia de la llama, el flogisto 3 , que se va cuando el cuerpo arde, dejando materia<br />
deflogisticada, y que el flogisto tiene peso negativo. Es decir, un racionalista puro, si se<br />
equivoca en su razonamiento, está condenado a estar eternamente en el error.<br />
La falsificación de pruebas<br />
El problema de inventar resultados de experimentos que no se han realizado es que a<br />
veces se necesitan presentar pruebas. El paso siguiente, si se quieren cubrir las huellas del fraude<br />
con una cortina de humo, es falsificar las pruebas que apoyen las teorías o los resultados del<br />
falsario. Examinemos algunos de los ejemplos que nos ofrece la historia de la ciencia.<br />
El sapo falsificado de Paul Kammerer<br />
Hay un fraude que reviste particular importancia para la historia de la biología: el del<br />
sapo falsificado de Paul Kammerer, biólogo vienés de principios del siglo XX.<br />
Este asunto constituyó un episodio crucial y trágico de la querella entre los partidarios de<br />
la herencia de los caracteres adquiridos (teoría de Lamarck, pero que Darwin también admitió) y<br />
los seguidores de la teoría de Weisman, para los que esto era imposible. Paul Kammerer,<br />
zoólogo del Instituto de Investigaciones Biológicas de Viena, a partir de 1909 sostuvo que había<br />
3 ) Principio inflamable que supuestamente contenían todas las sustancias combustibles.<br />
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