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LENIN YATH<br />

Que vivan los locos… pero fuera del manicomio.<br />

No hay lugar en el mundo en donde no exista un loquito. No de los que tiran<br />

piedras, ni hablan solos o andan sucios y malolientes. No. Hablo de aquel que<br />

habla, viste, construye, piensa, organiza, se peina, camina y en general hacen<br />

cosas que la mayoría de sus vecinos no hacen ni harán (a menos que se<br />

vuelvan locos por alguna circunstancia o por el cambio de luna).<br />

En las grandes ciudades, donde existen muchas posibilidades para desarrollar<br />

las locuras, estos especímenes, que también le llaman raros, encuentran<br />

espacios o tienen la posibilidad de abrir nuevos nichos donde poder desplegar<br />

sus chifladuras. Como aquel niño -y luego adolescente y después adulto- que<br />

le gustaba jugar con insectos de todo tipo y se convirtió en el primer<br />

amaestrador de estos bichos en películas norteamericanas –sin contar con los<br />

innumerables casos que han pasado a hacer parte del mundo chatarra de los<br />

Guiness record-.<br />

Claro, no pasa lo mismo en los pueblos ni ciudades intermedias de los países<br />

del 3er mundo donde las extravagancias no tienen cabida y en donde los locos<br />

terminan camuflándose entre la gran mayoría uniformada. Algunos, quizá,<br />

encuentren espacios en la expresiones artísticas y culturales de su región<br />

(estos son los loquitos que nos divierten). En Santa Marta hace algunos años<br />

hicieron una, ya olvidada, limpieza social de locos, pero de esos que tiran<br />

piedras. Por fortuna a los verdugos no se les ocurrió extender su mano negra a<br />

los otros que están en el umbral de la demencia y la cordura, ese espacio<br />

infinito y maravilloso donde todo es posible.<br />

A los loquitos no hay que mandarlos para el manicomio ni desaparecerlos. Al<br />

fin y al cabo, y por lo general, no hacen daño a nadie, y por al contrario cuando<br />

la sociedad los ha dejado SER, ellos, la han transformado para beneficio de<br />

todos. Cuantas utopías se convirtieron en realidad de la mano multicolor de<br />

estos loquitos. Desde Cristo, pasando por Gandhi hasta Orlandito, un menor de<br />

8 años que conozco, que es muy ingenioso, pero que ya, la escuela y la<br />

sociedad lo empieza a alinear y alienar.<br />

Este menor lo escuché (a sus 2 años) decirle a la mamá que lo dejara jugar con<br />

sus iguales “por qué, el juego estaba consagrado en los derechos de los niños”.<br />

Desde ese día le sigo los pasos y pregunto por las últimas hazañas y<br />

ocurrencias realizadas por él. Como la que le valió una llamada de su<br />

acudiente por meterse a la pileta de agua “porque simplemente “tenía calor”,<br />

algo inconcebible para los docentes y coordinador de disciplina de la escuela; o<br />

cuando a sus tres años hacia bajar el volumen en una fiesta, porque iba a<br />

referir una historia de terrorrrrr. Alguna vez casi me vuelve loco, cuando me<br />

solicitó que le hiciera un animal en plastilina, que me pedía que trasformara<br />

constantemente. Al final el resultado fue un tigre con trompa de elefante, 5<br />

orejas, 3 alas y 4 ruedas que el mismo terminó por convertirlo en la misma<br />

masa grisácea que me había dado al principio; para esa misma época<br />

sorprendió a su abuela cuando, molesto por un fuerte regaño que le dio esta, el<br />

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