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Sin embargo, y de forma complementaria a lo expresado anteriormente una
comprensión alternativa del acto de regalar sería entenderlo en clave de
reciprocidad, por lo que el interés de hacer un regalo va acompañado de la
esperanza que el obsequiado haga algo a favor de quien regala. Lo que ha
llamado algún autor el sentimiento del deber de reciprocidad.
Aunque recibir un regalo no implique que se haya contraído una deuda, ni se
establezca la obligatoriedad de corresponder inmediatamente con otro; en su
sentido profundo, y hasta inconsciente, existe una expectativa de
correspondencia, es decir, se espera que el otro comprenda que tiene la
obligación de devolver y que lo haga en su momento; y previamente a ello se
espera, igualmente, que se acepte la donación. De tal modo que, como señala
Marcel Mauss, existe un ciclo del regalo conformado por tres elementos: la
obligación de dar, el deber de aceptar y la obligación de corresponder.
Puede parecer contradictorio el carácter voluntario del regalo con el deber del
don, porque el deber de la aceptación y de la correspondencia sólo podría
surgir de la voluntariedad desinteresada del regalo. Pero si vamos más allá, tal
y como algunos autores han reflexionado a partir del análisis de las sociedades
primitivas, la lógica que se aplicaría en el “deber de regalar” sería la siguiente:
la supervivencia del individuo y del grupo depende de la solidaridad que se
expresa en la donación, y esta constituye el único camino para que el sujeto se
convierta en beneficiario de la primera y merecedor de recibir cuando lo
necesite.
Así que, aunque los regalos son en teoría voluntarios, desinteresados y
espontáneos; en el fondo terminan siendo obligatorios e interesados; ya que
como diría La Rochefoucauld damos auxilio para comprometer a los demás a
que nos lo proporcionen en ocasiones similares; por lo que esos servicios que
hacemos a los otros son bienes que nos hacemos a nosotros mismos por
adelantado.
En el regalo se encierra un gesto implícito de solidaridad, heredado del
primitivo don, propio del intercambio recíproco. Por lo que parece coherente la
práctica cultural, en algunas sociedades, de minimizar la acción del donante
excluyendo el acto de dar gracias por lo recibido. Como la costumbre esquimal
de no entender nada como un regalo porque “con los regalos se hacen
esclavos, de la misma manera que con el látigo se hacen perros”. ¡En otra
situación se encontraría nuestra civilización si hubiésemos practicado esta
teoría de la “imposición de la generosidad”!
Pues bien, esta aportación es el acto de reciprocidad a todo lo que me ha
obsequiado David de Prado, a mi particularmente, y a todos y todas los que
formamos la familia de la creatividad latinoamericana.
• GRACIAS por tu aportación a la formación de personas creativas a
través del Master de Creatividad Aplicada Total que sigue suponiendo
un hito histórico en la construcción de la comunidad creativa de
Iberoamérica.
• GRACIAS por tu cercanía, tu abrazo, tu llamada, aún sin respuesta.
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