Descargar libro - Monte Ávila Editores

asomarse al mundo que arrastraba consigo esta mujer, el cual
lo iba a envolver también a él, de eso tampoco tenía ninguna
duda. Supo que iría a tardar mucho en llegar hasta donde lo
esperaba Camila, quizás varias horas, y se arrepintió, por
enésima vez, de no tener teléfono celular, a causa de su decisión
de mantenerse al margen de las modas y de las fiebres
que invadían cada cierto tiempo a los caraqueños.
—Yo no conocía a ninguno de ellos —se arrancó a hablar
Mercedes, sin ningún preámbulo, como si él estuviera
obligado a saber a quiénes se refería—, nunca los había visto
por el barrio, y eso que llevo casi treinta años viviendo ahí, y
conozco a todo el mundo en la zona. Llegaron temprano, como
a las ocho de la mañana, no eran ésas horas de visita.
Sabían mi nombre, me hablaron de mi sobrino Luis y dijeron
que eran amigos de Yenifer y que era preciso que me hablaran
de ella, que era algo urgente y grave. Entonces yo les
abrí, ahora sé que fue una tontería, pero la vida es así, uno
puede ser muy sensato durante cuarenta, cincuenta años, y
luego comete una tontería, un sólo segundo, y ya todo lo anterior
queda cancelado, y uno empieza a hundirse en algo
que toda su vida había logrado evitar, y que de pronto lo
mantiene atrapado y entonces eso ya no tiene remedio.
Claro, yo tampoco era ya la misma de antes, Luis había
sido como si fuera mi propio hijo, yo lo crié, y desde que lo
mataron, bueno, es como si me hubieran matado también a mí.
Yo vivo toda aturdida, se me olvidan las cosas que tengo que
hacer, todo se me pierde, el dinero, los documentos, los paraguas,
todo lo voy perdiendo, me voy al cuarto a buscar algo y
no recuerdo a qué he ido y me quedo parada ahí y no tengo ni
idea para qué he ido. Un día me pasó la cosa más increíble, usted
no me lo va a creer, iba yo caminando por la calle, sin pensar
en nada en especial, y pasé por delante de la funeraria en la
que comenzamos a velar a Luis, antes de llevarlo a Los Chorros,
y entonces yo sentí algo, eso no se puede explicar lo que yo
sentí en ese momento, no sé ni cómo pude pensar eso, porque
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