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hoyo, en este momento en el que la multitud ocupaba cada uno
de los espacios, como en una coreografía en la cual cada quien
hubiera ensayado con exactitud el papel que le tocara representar.
Se acercó al micrófono. Sus palabras se escucharon en
todo el anfiteatro:
—¿Dónde está el espíritu de estos cuerpos, a los que
hemos invitado a esta casa, como a amigos, de una manera
tan digna?
Lanzó al aire una pelota, con un movimiento ligero y
puro, que por un instante pareció ser capaz de propiciar un
espacio armónico, cerrado sobre sí mismo.
Camila inclinó la cabeza a un lado y a su vez comenzó
un discurso:
—A través de la muerte hemos ido a la búsqueda de la
confrontación con una tragedia mayor. Hemos invocado ese
puñal que de una manera tan directa entró, en cuestión de segundos,
en el cuerpo sensual y caliente del músico que fue
nuestro amigo. Hacía mucho sol ese día y había mucha gente
en el barrio, cuando él ingresó por una puerta que se lo
tragó. Ese ser que se movía con la suavidad de un animal, y
que quedó tumbado en el suelo. Bastante tiempo ha pasado
desde entonces, y el muchacho que lo mató ahora ya tampoco
existe, puesto que otros, más sofisticados, quisieron dejar
en la oscuridad lo sucedido.
Pero sobre nuestra piel quedó tatuada su imagen, la
cual ahora también se corporeiza en el expediente que tengo
en mis manos.
En medio del público, Marco Vinicio pensaba que todo
eso era una locura y que sería necesario volver a la normalidad.
Un cuadro con una serie de datos se hizo visible sobre
la gran pantalla, en donde se mantuvo fijo, informando lacónicamente
lo que contenía el expediente de Paula Abreu.
Las plataformas giraban como helicópteros vengativos.
Los odios parecían traspasar el silencio, en lentas oleadas
que se repetían sin cesar. Ningún impulso amistoso se
gestaba en el espacio.
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