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Descargar libro - Monte Ávila Editores

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aquí en esta solitaria oscuridad. Ciertamente no era poca cosa<br />

haber llenado el Poliedro, nadie hubiera apostado un año atrás<br />

a favor de esa opción, es más, ni siquiera se lo hubieran planteado,<br />

cuatro muchachos casi desconocidos, cuatro loquitos que<br />

sólo se habían presentado en algunas salas de segunda categoría,<br />

y luego en las calles y en las plazas, en espacios cada vez<br />

más grandes y con un poder de convocatoria cada vez mayor,<br />

eso sin duda había que reconocerlo, pero de ahí a pensar en el<br />

Poliedro el salto era muy grande. Pero ellos lo habían dado, milagrosamente,<br />

increíblemente, y no sólo lo habían logrado,<br />

sino que, en contra de todo presagio, el gigantesco recinto se<br />

había llenado por completo, daba terror ver desde atrás del<br />

escenario a esa inmensa muchedumbre, miles de miles de<br />

personas que esperaban de ellos algo grandioso e inolvidable,<br />

expectativas para las cuales, en el momento de pánico que los<br />

invadió antes de iniciar el espectáculo, se sintieron absolutamente<br />

incapaces de dar respuesta. Paralizados por el terror, hubieran<br />

deseado huir y habrían dado cualquier cosa por estar<br />

muy lejos de ahí, por convertirse en seres anodinos y carentes<br />

de sueños de gloria, negados por siempre para la fama y cualquier<br />

riesgo. Pero era necesario empezar, porque vuelta atrás<br />

ya no había, y entonces comenzaron a tocar y el mundo dio un<br />

vuelco. La música producida por el grupo llenó todos los espacios<br />

y la tibieza volvió a los pies y a las manos de cada uno de<br />

ellos, a la vez que el pánico desaparecía sin dejar huellas.<br />

Cuando él irrumpió en el escenario, como si hubiera venido<br />

saltando por los montes, o brincando por los collados, tal como<br />

lo había dicho aquella vez Sonia, comenzando a dejar fluir<br />

libremente su canto, ya sólo sentían el goce de estar ahí, disfrutando<br />

de su propia capacidad de crear sonidos, de la emoción<br />

de que toda esa gente estuviese vibrando con ellos, en una entrega<br />

que no se daba fácilmente, no era un amor devaluado ni<br />

unos amoríos de pasada, sino una devoción larga y ardiente, y<br />

desde ahora ya decisivamente arraigada dentro de cada uno de<br />

los que constituían esa enorme masa.<br />

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