Descargar libro - Monte Ávila Editores

las caras tapadas por los cabellos en desorden y los ojos atisbando
a través de las hebras de pelo.
—Me siento feo, no tengo suficiente dinero —cantaban
las voces enronquecidas, las del conjunto y las del público,
tenaces, erizadas, los cuerpos resplandecientes como diamantes
iluminados por el sudor que los empapaba, destrozados,
despedazados, corroídos por la sustancia de esa canción
que narraba su verdad más íntima, para renacer luego, en un
paroxismo de felicidad, reflejados en la belleza del muchacho
que se enfrentaba al micrófono, invencible y eterno, con
su arete en una oreja, sus ojos almendrados y el timbre metálico
de su voz, que se quebraba en una inflexión particular.
—Me has echado encima la cerveza, coño —dijo un tipo
sin camisa que bailaba en la olla, logrando alzar la voz
gruesa y amenazante de tal manera que fue capaz de sobreponerse
al estrépito reinante, haciéndose escuchar claramente en
medio de ese fragmento pequeño de espacio al que pertenecía,
junto con todos los demás que configuraban ese trozo
particular, delimitado con líneas invisibles para todos los que
no fueran de esa tribu.
Joaquín había sustituido ya a Gabriel frente al micrófono.
En la pantalla gigante colocada a un lado se veía su
imagen luminosa, agrandada como si quisiera sobrepasar la
dimensión de todos los objetos a su alrededor, como en un
intento de fundirse con el armatoste de acero que le servía de
soporte, situado por encima de las cabezas de las personas
que configuraban la multitud que se agitaba allá abajo.
Creían disfrutar de la libertad de bailar sin pasos preestablecidos,
inventando cada cual su propia soltura o escogiendo
la rigidez de la tiesura, endurecidos o flexibles, elaborando
cada uno sus propias figuras, fundidos con el ritmo, a la vez
aislados e integrados en un sólo movimiento, juntos en medio de
la separación, de la sucesión de sonidos que les iba llegando
por oleadas, como un río desbordado que los arrastrara, fluyendo,
corriendo, derramándose, un río que careciese de re-
20