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“fahrenheit 451” - ray bradbury - Larun Rayun

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-¡Caramba, vaya pulso! Te he excitado mucho, ¿verdad, Montag? ¡Válgame Dios!<br />

Su pulso suena como el día después de la guerra. ¡Todo son sirenas Y campanas!<br />

¿He de decir algo más? Me gusta tu expresión de pánico. Swahili, indio, inglés...<br />

¡Hablo todos los idiomas! ¡Ha sido un excelente y estúpido discurso!<br />

-¡Montag, resista! -La vocecita sonó en el oído de Montag-. ¡Está enfangando las<br />

aguas!<br />

-Oh, te has asustado tontamente -dijo Beatty- porque he hecho algo terrible al<br />

utilizar esos libros a lo que tú te aferrabas, en rebatirte todos los puntos. ¡Qué<br />

traidores pueden ser los libros! Te figuras que te ayudan, y se vuelven contra ti.<br />

Otros pueden utilizarlos también, y ahí estás perdido en medio del pantano, entre<br />

un gran tumulto de nombres, verbos y adjetivos. Y al final de mi sueño, me he<br />

presentado con la salamandra y he dicho: «¿Vas por mi camino?» Y tú has<br />

subido, y hemos regresado al cuartel en medio de un silencio beatífico, llenos de<br />

un profundo sosiego. -Beatty soltó la muñeca de Montag, dejó la mano<br />

fláccidamente. apoyada en la mesa-. A buen fin, no hay mal principio.<br />

Silencio. Montag parecía una estatua tallada en piedra. El eco del martillazo final<br />

en su cerebro fue apagándose lentamente en la oscura cavidad donde Faber<br />

esperaba a que esos ecos desapareciesen. Y, entonces, cuando el polvo empezó<br />

a depositarse en el cerebro de Montag, Faber empezó a hablar, suavemente:<br />

-Está bien, ha dicho lo que tenía que decir. Debe aceptarlo. Yo también diré lo que<br />

debo en las próximas horas. Y usted lo aceptará. Y tratará de juzgarlas y podrá<br />

decidir hacia qué lado saltar, o caer. Pero quiero que sea su decisión, no la mía ni<br />

la del capitán. Sin embargo, recuerde que el capitán pertenece a los enemigos<br />

más peligrosos de la verdad y de la libertad, al sólido e inconmovible ganado de la<br />

mayoría. ¡Oh, Dios! ¡La terrible tiranía de la mayoría! Todos tenemos nuestras<br />

arpas para tocar. Y, ahora, le corresponderá a usted saber con qué oído quiere<br />

escuchar.<br />

Montag abrió la boca para responder a Faber. Le salvó de este error que iba a<br />

cometer en presencia de los otros el sonido del timbre del cuartel. La voz de<br />

alarma proveniente del techo se dejó oír. Hubo un tic tac cuando el teléfono de<br />

alarma mecanografió la dirección. El capitán Beatty, con las cartas de póquer en<br />

una mano, se acercó al teléfono con exagerada lentitud y arrancó la dirección<br />

cuando el informe hubo terminado. La miró fugazmente y se la metió en el bolsillo.<br />

Regresó Y volvió a sentarse a la mesa. Los demás le miraron.<br />

-Eso puede esperar cuarenta segundos exactos, que es lo que tardaré en acabar<br />

de desplumaros -dijo Beatty, alegremente-.<br />

Montag dejó sus cartas.<br />

-¿Cansado, Montag? ¿Te retiras de la partida?<br />

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