“fahrenheit 451” - ray bradbury - Larun Rayun
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»No, salvaremos lo que podamos, haremos lo quese deba hacer. Sí hemos de<br />
arder, llevémonos a unos cuantos con nosotros. ¡Ea!»<br />
Recordó los libros y retrocedió. Por si acaso.<br />
Encontró unos cuantos allí donde los había dejado cerca de la verja del jardín. A<br />
Mildred, Dios la bendiga, la habían pasado por alto. Cuatro libros estaban ocultos<br />
aún, donde él los había dejado. Unas voces murmuraban en la noche, y se veía el<br />
resplandor de los haces de unas linternas. Otras salamandras hacían sonar sus<br />
motores en la lejanía, y las sirenas de la Policía se abrían paso con su gemido a<br />
través de la ciudad.<br />
Montag cogió los cuatro libros restantes y cojeó y saltó callejón abajo y, de<br />
repente, le pareció como si le hubiesen cortado la cabeza y sólo su cuerpo<br />
estuviese allí. Algo en su interior le indujo a detenerse y, luego, le abatió.<br />
Permaneció donde había caído, con las piemas dobladas y el rostro hundido en la<br />
grava.<br />
Beatty había deseado morir.<br />
En medio de su sollozo, Montag comprendió que era verdad. «Beatty quería morir.<br />
Permaneció quieto allí, sin tratar de salvarse. Se limitó a permanecer allí,<br />
bromeando, hostigándole», pensó Montag. Y este pensamiento fue suficiente para<br />
acallar sus sollozos Y permitirle hacer una pausa para respirar. ¡Cuán extraño<br />
desear tanto la muerte como para permitir a un hombre andar a su alrededor con<br />
armas, y, luego, en vez de callar y permanecer vivo, empezar a gritarle a la gente<br />
y a burlarse de ella hasta conseguir enfurecerla! Y entonces...<br />
A lo lejos, ruido de pasos que corrían.<br />
Montag se irguió. «Larguémonos de aquí. Vamos, levántate, levántate, no puedes<br />
quedarte ahí sentado.» pero aún estaba llorando, y había que terminar aquello. Iba<br />
a marcharse. No había querido matar a nadie, ni siquiera a Beatty. Se le contrajo<br />
la carne, como si la hubieran sumergido en un ácido. Sintió náuseas. Volvió a ver<br />
a Beatty, convertido en antorcha, sin moverse, ardiendo en la hierba. Montag se<br />
mordió los nudillos. «Lo siento, lo siento. Dios mío, lo siento ... »<br />
Trató de encajar las piezas, de volver a la vida normal de algún tiempo atrás,<br />
antes de la criba y la arena, del «Dentífrico Denham», de las voces susurradas en<br />
su oído, de las mariposas, de las alarmas y las excursiones, demasiado para unos<br />
breves días, demasiado para toda una vida.<br />
Unos pies corrieron en el extremo más alejado de] callejón.<br />
«Levántate -se dijo Montag-. íMaldita sea, levántate!» -dijo a la pierna. Y se puso<br />
en pie-.<br />
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