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“fahrenheit 451” - ray bradbury - Larun Rayun

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-Para conservar en su interior el antiguo olor de Mr. Faber, claro está -dijo éste,<br />

sudoroso por el esfuerzo-.<br />

Montag roció todo el exterior de la maleta con whisky.<br />

-No creo que ese Sabueso capte dos olores a la vez. Permítame que me lleve este<br />

whisky. Lo necesitaré más tarde. ¡Cristo, espero que dé resultado!<br />

Volvieron a estrecharse la mano y, mientras se dirigían hacia la puerta, lanzaron<br />

una ojeada al televisor. El Sabueso estaba en camino, seguido por las cámaras de<br />

los helicópteros, silencioso, silencioso, olfateando el aire nocturno.<br />

Bajaba por la Primera Avenida.<br />

-¡Adiós!<br />

Y Montag salió velozmente por la puerta posterior, corriendo con la maleta<br />

semivacía. Oyó que, a su espalda, los rociadores de césped se ponían en marcha,<br />

llenaban el aire oscuro con lluvia que caía suavemente y con regularidad, lavaban<br />

las aceras y corrían hasta la calle. Unas gotas de aquella lluvia mojaban el rostro<br />

de Montag.<br />

Le pareció que el viejo le gritaba adiós, pero no estuvo seguro.<br />

Corrió muy aprisa, alejándose de la casa, hacia el río.<br />

Montag corrió.<br />

Podía sentir el Sabueso, como el otoño que se acercaba, frío, seco y veloz, como<br />

un viento que no agitara la hierba, que no hiciera crujir las ventanas ni desplazara<br />

las hojas en las blancas aceras. El Sabueso no tocaba el mundo. Llevaba consigo<br />

su silencio, de modo que, a través de toda la ciudad, podía percibirse el silencio<br />

que iba creando.<br />

Montag sintió aumentar la presión, y corrió.<br />

Se detuvo para recobrar el aliento, camino del río. Atisbó por las ventanas<br />

débilmente iluminadas de las casas las siluetas de sus habitantes que<br />

contemplaban en los televisores murales al Sabueso Mecánico, un suspiro de<br />

vapor de neón, que corría veloz. Ahora, en Elm Terrace, Lincoln, Cak, Park, y calle<br />

arriba hacia la casa de Faber.<br />

«Pasa de largo -pensó Montag-, no te detengas, sigue adelante, no te desvíes.»<br />

En el televisor mural apareció la casa de Faber, con su rociador de césped que<br />

empapaba el aire nocturno.<br />

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