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3)) 50 Sombras liberadas

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Christian.<br />

—Pronto —le digo—. Pensaba decírselo a Ray esta<br />

mañana, pero el señor Rodríguez estaba allí. —Me encojo<br />

de hombros.<br />

Christian asiente y abre el maletero del R8. Dentro hay<br />

una cesta de picnic de mimbre y la manta de cuadros<br />

escoceses que compramos en Londres.<br />

—Vamos —me dice cogiendo la cesta y la manta en<br />

una mano y tendiéndome la otra. Los dos vamos andando<br />

hasta el prado.<br />

—Claro, Ros, hazlo. —Christian cuelga. Es la tercera<br />

llamada que responde durante el picnic. Se ha quitado los<br />

zapatos y los calcetines y me mira con los brazos apoyados<br />

en sus rodillas dobladas. Su chaqueta está a un lado, encima<br />

de la mía, porque bajo el sol no tenemos frío. Me tumbo a<br />

su lado sobre la manta de picnic. Estamos rodeados por la<br />

hierba verde y dorada, lejos del ruido de la casa, y ocultos<br />

de los ojos indiscretos de los trabajadores de la<br />

construcción. Nuestro particular refugio bucólico. Me da<br />

otra fresa y yo la muerdo y chupo el zumo agradecida,

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