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3)) 50 Sombras liberadas

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Acabamos de terminar de comer y nos estamos<br />

relajando con el café en el Hotel Le Saint Paul. La vista de<br />

la campiña circundante es magnífica. Viñas y campos de<br />

girasoles forman un mosaico en la llanura salpicado aquí y<br />

allá por bonitas granjas francesas. Hace un día precioso, así<br />

que desde donde estamos se puede ver hasta el mar, que<br />

brilla en el horizonte. Christian interrumpe mis pensamientos.<br />

—Me has preguntado por qué te trenzo el pelo —dice.<br />

Su tono me alarma. Parece… culpable.<br />

—Sí. —Oh, mierda.<br />

—La puta adicta al crack me dejaba jugar con su pelo,<br />

creo. Pero no sé si es un recuerdo o un sueño.<br />

Oh, su madre biológica.<br />

Me mira, pero su expresión es impenetrable. El corazón<br />

se me queda atravesado en la garganta. ¿Qué puedo decir<br />

cuando me cuenta cosas como esa?<br />

—Me gusta que juegues con mi pelo —digo con tono<br />

vacilante.<br />

Él me mira inseguro.<br />

—¿Ah, sí?<br />

—Sí. —Es verdad. Le cojo la mano—. Creo que<br />

querías a tu madre biológica, Christian.

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