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3)) 50 Sombras liberadas

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acariciar el otro pezón y en su lugar lo coge entre el pulgar y<br />

el índice y lo gira suavemente y después tira.<br />

—¡Ah! ¡Christian! —gimo y siento que mi cadera da<br />

una sacudida. Pero él no se detiene. Sigue con su<br />

provocación lenta, pausada y desesperante. Mi cuerpo<br />

empieza a arder cuando el placer me invade.<br />

—Christian, por favor —gimo.<br />

—Mmm… —ronronea—. Quiero que te corras así. —<br />

Mi pezón logra un respiro mientras sus palabras me<br />

acarician la piel. Es como si estuviera dirigiéndose a una<br />

parte profunda y oscura de mi mente que solo él conoce.<br />

Cuando retoma lo que estaba haciendo, con los dientes esta<br />

vez, el placer es casi intolerable. Gimo muy alto, me<br />

revuelvo en su regazo e intento lograr algo de fricción contra<br />

sus pantalones. Tiro de las bragas que me atan sin conseguir<br />

nada. Quiero tocarle, pero me pierdo… me pierdo en esta<br />

traicionera sensación.<br />

—Por favor… —le susurro de nuevo suplicante y el<br />

placer me llena el cuerpo desde el cuello hasta las piernas y<br />

los dedos de los pies, tensándolo todo a su paso.<br />

—Tienes unos pechos preciosos, Ana —gime—. Algún<br />

día te los tengo que follar.

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