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3)) 50 Sombras liberadas

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Tengo que reconocerlo… Esa mujer es buena.<br />

—O en vez del porche podemos incorporar unas<br />

contraventanas de madera del color que elijáis a las puertas<br />

de cristal. Eso también puede ayudar a mantener ese<br />

espíritu mediterráneo —continúa.<br />

—Como los postigos azules que vimos en el sur de<br />

Francia —le digo a Christian, que me mira fijamente. Le da<br />

un sorbo al vino y se encoje de hombros, sin hacer ningún<br />

comentario. Mmm… No le gusta esa idea, pero no la<br />

rechaza, ni se ríe de mí, ni me hace sentir estúpida. Dios<br />

mío, este hombre es una contradicción en sí mismo. Me<br />

vienen a la cabeza sus palabras de ayer: «Quiero que la<br />

casa sea como tú desees. Lo que tú desees. Es tuya».<br />

Quiere que yo sea feliz, feliz en todo lo que hago. En el<br />

fondo creo que lo sé, pero es solo que… Freno en seco.<br />

Ahora no es momento de pensar en la discusión. Mi<br />

subconsciente me mira enfadada.<br />

Gia está pendiente de Christian, esperando a que tome<br />

la decisión. Veo que se le dilatan las pupilas y que separa<br />

los labios cubiertos de brillo. Se pasa la lengua rápidamente<br />

por el labio superior antes de darle otro sorbo al vino.<br />

Cuando me vuelvo hacia Christian me doy cuenta de que

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