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pedro pablo paredes

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Así las cosas: tomé el camino que llevaba Don Qui-<br />

jote de la Mancha. Al cabo de mucho andar, vine a<br />

dar con él, frente al mar, en las playas de Barcelona.<br />

Apenas le di tiempo, como la ocasión pasada, de<br />

concertar las condiciones del reto. El Caballero de la<br />

Blanca Luna, le dije, sostiene con la punta de su<br />

espada que su dama, "cualquiera que sea", es sin<br />

comparación "más hermosa que Dukinea del Toboso".<br />

Arremetimos el uno contra el otro. No tuve necesidad<br />

de tocar a Don Quijote: al encontrarnos, vino a tierra<br />

con caballo y todo. Le puse la lanza en las narices.<br />

Aunque accedí a reconocerle la superioridad de Dul-<br />

cinea, le impuse la pena de recogerse, por dos años,<br />

en su aldea. Yo salí corriendo; no quería que me<br />

reconociera.<br />

Ahora, logrado mi propósito, lo estoy esperando.<br />

Mejor dicho: lo esperamos, con gran ansiedad, Su<br />

Reverencia, el bueno de Maese Pedro, la señora Ama<br />

y Antonia. Don Quijote de la Mancha llegará de un<br />

momento a otro. Ya aquí, recogido en su casa, procu-<br />

raremos, entre toclos, su remedio. Queremos que, de-<br />

jando sus locuras, vuelva a ser, como antes, el honra-<br />

do, cordial hidalgo Don Alonso Quijano.

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