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pedro pablo paredes

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-Lo mismo. ¿De dónde demonios sacará tantas<br />

retóricas?<br />

-Recuerda que con el bribón del ventero, y con<br />

estos arrieros entre quienes vamos, estuvimos de<br />

acuerdo. Ese caballero es loco de remate.<br />

-Claro está.<br />

-¿No se pasó la noche, en el patio de la venta,<br />

diz que velando las armas? ¿Y para qué tenia nece-<br />

sidad de velarlas? Eso no se le ocurre a nadie. A nadie<br />

que no "tenga vacíos los aposentos de la cabeza".<br />

-Y aquella trifulca, madre mía, que les armó<br />

a los pobres arrieros. Sólo porque quisieron darles<br />

de beber a sus bestias. ¿Qué razón había para tanto?<br />

-Eso mismo pienso yo.<br />

-¿Recuerdas cómo dijo que se llama?<br />

-Pues, Don Quijote de la Mancha.<br />

-Lo que yo no podré olvidar fue aquello de la<br />

ceremonia. Qué risa. ¿Te acuerdas? Qué listo es el<br />

ventero. Me parece ver al caballero arrodillado en el<br />

patio; pendi.ente de la fingida lectura de nuestro<br />

huésped; sufriendo, con gusto, la pescozada; reci-<br />

biendo, asimismo, el "gentil espalda~azo'~.<br />

-A mí, te lo juro, me retozaba la risa por todo<br />

el cuerpo. Sobre todo, cuando le ceñí la espada.

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