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pedro pablo paredes

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Y-:.'. !. -<br />

5<br />

LOS CUADRILLEROS<br />

En esa venta en que hemos estado, ocurren las<br />

cosas más increíbles. Por eso, en cumplimiento de<br />

nuestro deber, la frecuentamos. El ventero, nuestro<br />

amigo Juan Palomeque el Zurdo, se nos hace siempre<br />

el más redomado socarrón. Tiene un humor de todos<br />

los diablos. Solamente él podía reírse como se reía,<br />

en medio de las trifulcas de ayer. Con razón sostiene<br />

-Don Quijote de la Mancha que esa venta es encan-<br />

tada. Estoy por creer que el caballero, con todo y lo<br />

destartalado de la cabeza que es, está en lo cierto.<br />

Algo debe haber en la venta que escapa, por com-<br />

pleto, a nuestras previsiones. Algo debe haber. Sin<br />

duda.<br />

Su Reverencia mismo, sin que se dé cuenta cabal<br />

de ello, está metido en el encantamiento. ¿Por qué se<br />

empeñó en sostener, nada menos que él, que aquella<br />

bacía de barbero, toda abollada, es el yelmo de Mam-<br />

brino? ¿Por qué sostuvo, también, que aquella famosa<br />

albarda es jaez de caballo? No nos tranquiliza nada<br />

esta actitud de Su Reverencia. Pero, por si o por no,<br />

hemos acatado sus pareceres.

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