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' 4'.<br />
Viéndolo, por vista de ojos, en este mesón, "tenga<br />
por sin duda que los encantadores que persiguen a<br />
Don Quijote el bueno han querido perseguirme a mí<br />
con Don Quijote el malo". Este sí que es "el mismo<br />
que dice la fama". Mismamente. El verdadero Don<br />
Quijote, a lo que creo, me adivinó los pensamientos.<br />
Porque, viendo entrar casualmente al alcalde del pue-<br />
blo acompañado de su escribano, me hizo inexcusable<br />
pedimento. Me pidió que firmase declaración, por<br />
ante los curialescos funcionarios, de cómo "siendo<br />
tan conformes en los nombres como diferentes en<br />
las acciones", él es, y no otro, el Don Quijote de la<br />
Mancha auténtico.<br />
Firmé, pues, rubricada debidamente, la declara-<br />
ción. Hecho esto, he departido largamente con el caba-<br />
llero. He estado, como se dice, suspendido de sus<br />
palabras. Me ha deslumbrado su ingenio; me ha<br />
conmovido su bizarría. Nada hay comparable a su<br />
fidelidad por la señora Dulcinea del Toboso. Verda-<br />
deramente, que lo repito. Este es el verdadero Don<br />
Quijote de la Mancha. Sin duda. Cuando ya me des-<br />
pedía del mesón, lo hacía también el caballero. Hemos<br />
salido, pues, juntos. Hemos andado juntos buen<br />
trecho del camino. Al despedimos, por fin, nos echa-<br />
mos los brazos. El siguió con rumbo a su aldea.<br />
Yo prosigo a Granada. Sin salir, claro está, de la<br />
sorpresa. Frente al manchego legítimo, "vuelvo a<br />
decir y me afirmo en que no he visto lo que he visto,<br />
ni ha pasado por mí lo que ha pasado". Lo juro.