Las primeras telas de Vicente y Simonetta - Museos de Buenos Aires
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San Jorge<br />
y el dragón<br />
A medida que aumentaba nuestra seguridad fuimos encarando diseños con otras exigencias. Este jinete<br />
copto <strong>de</strong>l siglo VII, que en nuestra ten<strong>de</strong>nciosa visión aparecía como un San Jorge, pue<strong>de</strong> que sea<br />
simplemente un guerrero o un cazador. El libro <strong>de</strong> Falke, que seguía siendo nuestra fuente principal reproducía<br />
solamente una mitad: rebatirla era la solución obvia. Resultaban así dos jinetes enfrentados, --con ¿dos<br />
dragones?, ¿dos perros?--, encerrados en una bordura <strong>de</strong> motivos vegetales. Aún no sabemos con certeza<br />
si el medallón original presentaba esta simetría, aunque la presencia <strong>de</strong> la bordura y el eje medio en que<br />
abruptamente se interrumpen los elementos permiten suponerlo. Lo resolvimos con una línea quebrada,<br />
para respetar la textura <strong>de</strong>l tejido original, <strong>de</strong>teniéndonos únicamente en los contornos. Entre la <strong>de</strong>cisión<br />
<strong>de</strong> hacerlo y la primera prueba <strong>de</strong> artista transcurrió poco menos <strong>de</strong> una hora. Todo un record. Habíamos<br />
mejorado sensiblemente nuestro equipo técnico incorporando marcos para las pantallas correctamente<br />
realizados por un artesano peruano, que llegó provi<strong>de</strong>ncialemente a ofrecernos sus trabajos <strong>de</strong> enmarcado.<br />
Estas pantallas, seis en total --dos <strong>de</strong> treinta por cuarenta centímetros, dos <strong>de</strong> cincuenta por setenta y dos<br />
<strong>de</strong> ochenta por ochenta centímetros fueron las únicas que tuvimos durante bastante tiempo. Realizadas<br />
en una excelente ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> pino resistieron miles <strong>de</strong> lavados, secados e innumerables cambios <strong>de</strong> tela.<br />
Ante el precio exorbitante <strong>de</strong> las mallas para serigrafía, casi siempre importadas, nuestra imaginación se<br />
puso a funcionar y encontramos una organza <strong>de</strong> nylon, usada para forrar trajes <strong>de</strong> fiesta. Tenía cuarenta<br />
hilos por centímetro, era muy resistente a la fricción y al cambio <strong>de</strong> emulsiones, se la podía adquirir cualquier<br />
merceria y costaba centavos. (Descubrimos que un comerciante local la vendía como tela “especial para<br />
serigrafía”, con un sello falsificado en el orillo y su precio real multiplicado por diez.)<br />
Hemos usado toda clase <strong>de</strong> <strong>telas</strong> con las que se pudiera hacer una pantalla, organzas para indumentaria,<br />
visillos, voiles <strong>de</strong> polyester o tergal, batistas <strong>de</strong> algodón, para ciertos efectos… También, por supuesto,<br />
mallas especiales para serigrafía, aunque tardaron en llegar.<br />
Nunca supeditamos nuestro trabajo a la técnica, Ignorantes <strong>de</strong> casi todo, incorporábamos lo indispensable<br />
para seguir a<strong>de</strong>lante. Nada nos parecía sacrílego, experimentábamos con libertad impertinente. Esto nos<br />
dio muchos dolores <strong>de</strong> cabeza pero impidió que cayéramos en la idolatría <strong>de</strong> los materiales y herramientas<br />
por si mismos. Si alguna vez se terminaba la emulsión, usábamos cola vinílica y no hemos conocido mejor<br />
“racla” –la espátula con la que se pasa la pintura- que un limpiavidrios. Un buen material y el conocimiento<br />
<strong>de</strong> su uso nos hubiera ayudado a conseguir resultados más satisfactorios, pero también es verdad que<br />
el estudio y el <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong> materiales simples y <strong>de</strong> fácil adquisición hizo posible en ese momento<br />
empren<strong>de</strong>r una tarea que <strong>de</strong> otra manera hubiera estado fuera <strong>de</strong> nuestro alcance <strong>de</strong>bido a su elevado<br />
costo. Con estos materiales humil<strong>de</strong>s aprendimos a trabajar, y cuando pudimos acce<strong>de</strong>r a los más costosos<br />
caímos en la cuenta <strong>de</strong> que ya no los necesitábamos. El bajo costo nos permitió ofrecer al público las <strong>telas</strong> a<br />
un precio muy competitivo y en un tiraje inicial excepcionalmente pequeño, tres metros. <strong>Las</strong> <strong>telas</strong> costaron<br />
siempre unos treinta dólares el metro, sin ningún gasto extra. Eugenio D’ Ors <strong>de</strong>cía que la complicación no<br />
siempre es una buena vía para alcanzar lo extraordinario.<br />
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