Las primeras telas de Vicente y Simonetta - Museos de Buenos Aires

Los africanos
Demasiadas veces uno se aparta de lo que no conoce a riesgo de hacer de su vida un campo de estereotipos y
mediocridad. Durante años habíamos mirado sin ver las telas africanas, sin sentirlas realmente, otorgándole
sólo el valor de lo original. Habíamos leído acerca de la influencia del arte negro sobre artistas como
Picasso o Modigliani, habíamos visitado alguna exposición de textiles africanos y recorrido muchas páginas
con diseños tejidos, estampados o teñidos. Pero la información quedaba en el terreno de lo intelectual.
Fue solamente cuando comenzamos a diseñar, internándonos en un camino plagado de dificultades, que
comprendimos el valor de esos diseños. Hechos a menudo con medios primitivos, por hombres y mujeres
acosados por el hambre y la precariedad, comunican con una tradición ancestral, de la que se extrae el
repertorio básico de motivos.
No siempre los artesanos conocen su significado, pero al repetirlos en sus obras aseguran la transmisión y
supervivencia de toda una cultura, así como lo hacen las narraciones orales que van pasando de generación
en generación.
Los dos diseños que llamamos africanos fueron hechos en 1987, un momento adecuado para este tipo de
grafías. Se habían puesto de moda los pequeños signos abstractos y las telas de inspiración étnica, que se
mezclaban profusamente con imitaciones de pieles de leopardo y cebra.
Usamos estos diseños profusamente. Comenzamos a realizarlos de forma manual y su éxito nos llevó a tirar
una edición industrial. Los estampamos en todos los materiales posibles, seda, algodón, arpillera, laminado
plástico; para decoración y para indumentaria. Ese mismo año comenzamos a realizar una colección de
indumentaria anual y estos diseños combinaban a las mil maravillas con la simplicidad de nuestra ropa.
La autoría de este diseño, uno de los más exitosos de toda nuestra producción, pertenece totalmente a
Simonetta y fue realizado en el taller grande. Al mismo tiempo, Vicente comenzaba su camino en solitario,
con trabajos textiles que felizmente le abrieron en Europa un camino hacia la plástica.
Habíamos comenzado, sin saberlo, a bifurcar nuestros senderos.
82 83