Capítulo XIII - Bicentenario

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}I'ISTORIA DE MEJICoo
a los ()JOS, PO decirlo asI, de los gobernantes, rnas dificil
le seria al gobierno espanol evitarlos, cuando se comeban
a distancda do dos mil leguas, en paIses poco firmes en Ia
obediencia prornetida, y on provincias en que, como he
dicho, no se habia establecido autoridad ninguna. Va he-
hubs visto que Cortés enviO a perseguir a una partida quo
desembarco en un punto de Honduras, y de la cual los
indIgenas se habian quejado.
Sabierido Carlos V, precisamente por los espanoles lion-
ratios, residentes de la Nueva Espafla, que algunos de los
riuevos militares declaraban cautivos a los prisioneros,
alegaifflo que en tiempo de sus reyes indigenas eran he-
elms esclavos los prisioneros, O sacnficados, se rnamfestO
indignado del abuso. Inmediatarnente dio una Thy irnpo-
niendo la pena de muerte a los que en lo sucesivo obi'asen
de aquella manera, y mandá quo se pusiesen en liheriad
a tO(1OS lOS que habian sido reducidos a cautiverio al
cogidos con las armas en Ia mano. Igual jen a mandO que
seaplicase ii los quo marcaran con hierro candeiite a los
prisiorieros inchos, costumbre terrible de aquella epoca,
que estal)a en uso en Francia y on Ingaterra, y pie en
plerio siglo xix, aplicaron los Estados-Unidos de America
A sus desertores en hi guerra contra MCjico. El conde de
Hereford, despues duque do Sommerset, nombrado pro-
tector del reino de Inglateri'a on los primeros años del
rein ado de Eduardo VJ, diO uiia ley on 15 •iS, en pie se
condenaba a los vagamundos a ser esciavos por espacio
de dos aflos, y marcados con hierro rusiente ('l).> For lo
(1) Goismith, Mist. de Inglaterra.