253 - Equipos de Nuestra Señora

po del que formamos parte. Yo
lo hago ahora con alegría y con
todo mi cariño.
Pero hay más. El sacerdote
es llamado por Dios para
ser suyo y para ser enviado a la
Iglesia, que es el Pueblo de
Dios, pero también la Familia
de Dios en la que hace las
veces de Cristo. Es, pues, un
hombre-para-la-comunidad, a
la que ama más que a nada
(después de Dios) y en su nombre.
En nombre de Cristo la
preside, la guía y la alimenta
con la Palabra y con los sacramentos
y la reúne y congrega
en el amor. Pero precisamente
para cumplir esa misión en la
Familia de Dios, renuncia al
amor conyugal, a constituir una
familia propia y a la paternidad...
y para darse con todo
entero —con corazón indiviso—
a la comunidad, acepta vivir en
una experiencia de comunidad
(en concreto los sacerdotes diocesanos)
tan amplia como abstracta...
¿Y cómo hablar y ser
testigo de un Dios que es Padre
o predicar la parábola del hijo
pródigo sin experiencia humana
de paternidad? ¿O cómo construir
una comunidad y comunicar
a sus hermanos el amor de
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Cristo que nos une en familia o
anunciar la belleza del matrimonio
cristiano siendo él
mismo célibe? Sin la oportuna
experiencia, las palabras del
sacerdote podrían parecer dichas
de memoria o aprendidas
en los libros; pero no: gracias a
ese compartir con los matrimonios
de nuestro equipo, con
otros de la parroquia o con los
que se nos confían a través del
sacramento de la Reconciliación
y del “acompañamiento espiritual”
con una profundidad y
una confianza que sólo se da
con el sacerdote, éste tiene un
conocimiento excepcional del
matrimonio y de la familia, de
forma que, aunque no sea “propia”,
la experiencia que tiene el
sacerdote de la vida conyugal y
familiar es mayor —aunque
“ajena”— que la de muchos
matrimonios que sólo conocen
—aunque “desde dentro”— la
suya propia.
Aunque todo esto es una
feliz realidad, el fundamento último
de la relación y de la complementariedad
de ambos sacramentos,
el del Orden y el del
Matrimonio en el seno de los
Equipos de Nuestra Señora
tiene su raíz más profunda en