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Canasta de cuentos mexicanos - Biblioteca UTHH

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Naturalmente, un indio es incapaz <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r cómo un hombre pue<strong>de</strong> guisar su<br />

comida y lavar su ropa él mismo si no le queda otro remedio. Algo malo <strong>de</strong>be ocurrir a los<br />

hombres que hacen esta clase <strong>de</strong> trabajos sin quejarse.<br />

Cocinar, lavar ropa y asear la casa son trabajos propios <strong>de</strong> la mujer. Un indio moriría<br />

antes <strong>de</strong> guisar su comida, salvo durante largos viajes en los que no pue<strong>de</strong> hacerse<br />

acompañar <strong>de</strong> una mujer.<br />

—¿Conoce usted a Eulalia, señor? —No, no conozco a Eulalia.<br />

—Verá usted; Eulalia es mi hija. Tiene casi diecisiete años y es muy bonita. Mi Eulalia<br />

es bonita, muchísimo muy bonita, la pura verdad, por la Santísima Virgen —dijo,<br />

besándose el pulgar para comprobar que no mentía—. Todos lo aseguran. Bueno, es<br />

morena, sí, pero no mucho. Tiene los ojos café muy bonito, muy brillante, es muy morena.<br />

Ya sabe usted cómo se pone uno con este sol tan fuerte. Pero no es negra. No, está muy<br />

lejos <strong>de</strong> ello, se lo aseguro. Es nada más morena como todas las indias <strong>de</strong> aquí. Debía usted<br />

ver su cabello. Tiene el cabello más largo, hermoso y espeso que pueda verse en cualquier<br />

parte. Y lo tiene perfumado. Fino, espeso y más sedoso que el <strong>de</strong> la mujer. Se lo juro a<br />

usted, señor.<br />

"A<strong>de</strong>más, Eulalia es muy lista. Casi sabe leer y escribe perfectamente bien su nombre.<br />

Es muy honesta, eso sí tiene Eulalia. Créame mis palabras, caballero, y muy limpia. Es<br />

limpia y muy <strong>de</strong>cente. Nunca va a bañarse al río como su madre y las otras mujeres <strong>de</strong>l<br />

pueblo, ¡oh, no señor! Ella no lo hace, porque es muy <strong>de</strong>cente. Acostumbra bañarse en un<br />

barril en la casa, sí, y dos veces por semana. También se lava el cabello y entonces se lo<br />

cepilla horas y horas enteras. No tiene piojos, no, señor; uno o dos tal vez, pero no<br />

muchos."<br />

Con gusto hubiera yo pagado un peso por saber cómo y cuándo saldría nuevamente a<br />

luz el asunto <strong>de</strong>l perro. Porque era eso lo que perseguía a pesar <strong>de</strong> que ya ni siquiera miraba<br />

a los animalitos, pretendiendo <strong>de</strong>sviar mis sospechas.<br />

—La vida está muy cara, señor. ¿No le parece? Eulalia, mi hija, es muy económica. Sí,<br />

señor, míster. ¿Cuánto cobra doña Cecilia en su fonda por una comida corrida? ¿Sabe<br />

usted, señor? Sin duda que lo ignora. A mí me lo dijeron unos arrieros, y aunque usted no<br />

lo crea, cobra sesenta y cinco centavitos. ¡Sesenta y cinco centavos por una sola comida y<br />

sin agua <strong>de</strong> tamarindo, que hay que pagarla aparte¡<br />

"Ahora, vea usted, señor. Con sesenta y cinco centavitos, Eulalia, quiero <strong>de</strong>cir, mi hija,<br />

pue<strong>de</strong> cocinar por lo menos tres comidas, si no es que cuatro, y mucho mejores que las <strong>de</strong><br />

esa puerca doña Cecilia, y a<strong>de</strong>más con las sobras pue<strong>de</strong> usted alimentar a todos sus perros.<br />

Eulalia es diez veces mejor cocinera que su madre, sí, señor míster. Debería usted ver y<br />

probar las tortillas que ella hace. Son tan <strong>de</strong>lgadas y sabrosas como usted no pue<strong>de</strong><br />

imaginarse. ¿Y los frijoles que cocina? ¡Por mi alma! Cuando uno empieza no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong><br />

comerlos hasta reventar. Son tan suaves como la mantequilla más fina. En cuanto a<br />

ahorrativa, no hay otra como ella, es económica hasta con el jabón cuando lava la ropa. Le<br />

queda blanquísima con sólo un pedacito así <strong>de</strong> jabón barato.<br />

Yo no comprendo cómo pue<strong>de</strong> hacerlo, pero ella lo hace. Y sabe perfectamente llevar<br />

la casa."<br />

Su dicho era confirmado por su apariencia personal, pues aun cuando su calzón y su<br />

camisa <strong>de</strong> manta estaban viejísimos, aparecían bien remendados y muy limpios.<br />

Perfectamente lavados. Resta saber si ello se <strong>de</strong>bía a la laboriosidad <strong>de</strong> Eulalia o a la <strong>de</strong> su<br />

madre. También su bien alimentado cuerpo, y su sonrisa <strong>de</strong>spreocupada, ponían <strong>de</strong><br />

manifiesto que en su casa había una buena cocinera.<br />

—Yo y la mujer lo hemos pensado toda la noche —continuó—. Imaginamos que <strong>de</strong>be<br />

usted sentirse muy solo y que, a<strong>de</strong>más, no conviene a un caballero como usted cocinar y<br />

lavar. Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pensarlo más y más, yo y la mujer <strong>de</strong>cidimos que la cosa no podía<br />

quedar así, y por eso pensamos enviar a usted a Eulalia para que haga todo el trabajo <strong>de</strong> la<br />

casa.

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