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jean paul sartre - Dirección General de Bibliotecas - Consejo ...

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ISABEL FRAIRE<br />

NUEVAYORK,<br />

CIUDAD IMAGINARIA<br />

Hace ya medio año que vivo en<br />

Nueva York, esa ciudad que todos<br />

imaginamos conocer a fuerza <strong>de</strong> verla<br />

tantas veces en las películas. Es, sin<br />

duda. una <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s más fotografiadas<br />

<strong>de</strong>l mundo, y la mejor conocida<br />

a través <strong>de</strong>l cine para los mexicanos.<br />

Gracias al cine negro <strong>de</strong> los<br />

cincuenta, magníficamente actuado,<br />

con sus policías sudorosos, ladrones<br />

traicioneros y escenarios sórdidos;<br />

las comedias <strong>de</strong> salón y revistas musicales<br />

don<strong>de</strong> Fred Astaire y Ginger<br />

Rogers flotan eternamente entre risas<br />

y alar<strong>de</strong>s <strong>de</strong> exquisito zapateado;<br />

las películas cómicofilosóficas <strong>de</strong><br />

Woody Allen y las orgías amargas y<br />

auto<strong>de</strong>structivas <strong>de</strong> Scorsese, hemos<br />

absorbido a Nueva York como por<br />

ósmosis y creado en nuestras mentes<br />

una ciudad graciosa o tenebrosa,<br />

pero siempre <strong>de</strong>slumbrante, con su<br />

horizonte <strong>de</strong> rascacielos brillando<br />

como un imán.<br />

Después <strong>de</strong> vivirla por seis meses<br />

en carne propia, agregando los gustos<br />

y sustos <strong>de</strong> la vida real y cotidiana al<br />

mo<strong>de</strong>lo mental que teníamos, es forzoso<br />

enfrentarnos a un hecho palpable:<br />

el Nueva York <strong>de</strong> los sueños no es<br />

el Nueva York <strong>de</strong> la realidad.<br />

Hay que confesar que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

vivir en Londres y conocer varias capitales<br />

europeas y regresar y gozar<br />

<strong>de</strong> México varios años, no vi la misma<br />

ciudad que en mi primer encuentro<br />

con ella. En el viaje en taxi <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

el aeropuerto lo que vi esta vez fue<br />

una ciudad muy semejante a cualquier<br />

otra gran capital. consistente<br />

en vastos trechos <strong>de</strong> edificios blanquecinos<br />

o grises vistos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un periférico<br />

interminable. Cuando fui por<br />

primera vez al centro en esta vuelta<br />

(había estado en la ciudad en años<br />

anteriores por temporadas largas).<br />

ahí estaban otra vez los rascacielos<br />

<strong>de</strong> las películas. pero habían perdido<br />

su chiste. Sólo veía centenares <strong>de</strong> oficinas<br />

unas encima <strong>de</strong> otras y. bajando<br />

la mirada al nivel <strong>de</strong> la calle, un tráfico<br />

infernal y banquetas recorridas<br />

por turbas alarmantes.<br />

Después <strong>de</strong> varias semanas y meses<br />

no se ha modificado esa impresión.<br />

Al caminar por la banqueta se<br />

está en continuo peligro -sobre todo<br />

en verano cuando el calor intolerable<br />

exacerba los nervios- <strong>de</strong> ser arrollado<br />

por patinadores frenéticos que<br />

zigzaguean en ambos sentidos entre<br />

los transeúntes sobre ruedas silenciosas.<br />

Si se toma un taxi el chofer suele<br />

no enten<strong>de</strong>r bien ni el inglés ni el español<br />

y <strong>de</strong>sconoce las calles y los reglamentos<br />

<strong>de</strong> tránsito. La propina<br />

reglamentaria <strong>de</strong>be ser alta o <strong>de</strong> lo<br />

contrario le gritan al pasajero groserías<br />

y se niegan a irse sin la que <strong>de</strong>sean.<br />

La mayoría <strong>de</strong> los choferes inexpertos<br />

son inmigrantes recién venidos<br />

<strong>de</strong> Paquistán, Afganistán, Europa<br />

oriental o Etiopía que trabajan turnos<br />

<strong>de</strong> doce o más horas diarias para pagar<br />

el alquiler <strong>de</strong>l automóvil y a<strong>de</strong>más<br />

comer. Uno me dijo, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> casi<br />

chocar en dos ocasiones y estar a<br />

punto <strong>de</strong> arrollar a un niño que atravesaba<br />

con el semáforo a su favor, que<br />

manejaba aprisa y corriendo riesgos<br />

62<br />

Biblioteca <strong>de</strong> México<br />

Fotografías <strong>de</strong> Mario Bojórquez<br />

para mantenerse <strong>de</strong>spierto. Con lo<br />

cual, por supuesto, me tranquilizó.<br />

Algunos <strong>de</strong> los transeúntes que<br />

encuentra uno en las calles o en el<br />

Metro hablan solos, lo cual es bastante<br />

normal en las gran<strong>de</strong>s ciuda<strong>de</strong>s. Lo<br />

que no es normal es que muchas veces<br />

agre<strong>de</strong>n sin motivo a cualquiera<br />

que los vea feo o parezca insultarlos<br />

o se acerque <strong>de</strong>masiado o les niegue<br />

una limosna o las arañas. En los barrios<br />

resi<strong>de</strong>nciales muchos <strong>de</strong>sempleados<br />

sin hogar caminan como espectros<br />

arrastrando inmensas bolsas<br />

<strong>de</strong> plástico azul llenas <strong>de</strong> botellas vacías<br />

y latas vacías <strong>de</strong> refresco que llevan<br />

a los supermercados para cambiarlas<br />

por cinco centavos cada una<br />

De eso viven, y en Greenwich Village<br />

-ese barrio romántico <strong>de</strong> gran abolengo<br />

literario al cual llegamos en un<br />

principio- <strong>de</strong>ambulan todo el día y<br />

toda la noche hurgando en los gran<strong>de</strong>s<br />

recipientes para basura <strong>de</strong> casas y<br />

edificios arrastrando sus talegas tintineantes.<br />

Estos <strong>de</strong>samparados sin techo,<br />

entre los cuales hay también mujeres,<br />

duermen en las banquetas o <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong> los puentes ferroviarios, cubiertos<br />

<strong>de</strong> cartones y con sus escasí-

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