11.05.2013 Views

Genji II - Atalanta

Genji II - Atalanta

Genji II - Atalanta

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

12-<strong>Genji</strong> <strong>II</strong> - P. 343 a 384 21/11/06 13:34 Página 356<br />

güenza que experimentaría si por casualidad cualquiera de ellos se enteraba de que seguía<br />

viva, puesto que entonces la imaginaría reducida a las circunstancias más degradantes. Por<br />

eso permanecía siempre recluida.<br />

La monja que cuidaba de ella le había cedido dos de sus mujeres, Jijû y Komoki, 18 pero<br />

ninguna se parecía, ni por su físico ni por su ingenio, a las «aves de ciudad» 19 que ella había<br />

conocido. Se resignó a la idea de que eso debía de ser precisamente lo que el poema quería<br />

decir con las palabras «un lugar que no esté en el mundo». 20 Su insistencia en permanecer<br />

oculta convenció a la monja de que debía de tener una razón convincente, y no dijo<br />

a ningún miembro del personal de la casa nada sobre ella.<br />

El ex yerno de la monja era por entonces capitán. Su hermano menor, que era monje,<br />

se había convertido en discípulo de Su Reverencia y estaba retirado con él en la Montaña,<br />

donde sus hermanos iban a visitarle con frecuencia. Camino de Yokawa, el capitán pasó<br />

ante la casa de la monja, y los gritos de su escolta anunciaron la llegada de un caballero<br />

importante. La joven le buscó con la mirada, y al verle recordó vívidamente la imagen de<br />

aquel señor que iba a verla en secreto cuando ella estaba en Uji. El lugar donde se encontraba<br />

ahora, con su silencio y aislamiento, no era menos deprimente, pero las monjas que<br />

residían allí desde hacía largo tiempo habían arreglado con sumo gusto el entorno de la<br />

vivienda. El seto estaba lleno de encantadores claveles, así como flores de valeriana y campánulas<br />

recién florecidas, y ahora había entre ellas hombres jóvenes con mantos de caza<br />

multicolor. Entretanto, su señor, vestido de manera similar, permanecía sentado en el pasillo<br />

del sur, donde le habían recibido, con la mirada perdida y una expresión triste. Era<br />

un hombre de agradable aspecto, de veintisiete o veintiocho años, y tenía unos modales<br />

visiblemente cultivados.<br />

La monja le habló desde detrás de una cortina colocada en el vano del panel deslizante.<br />

–Los viejos tiempos parecen rezagarse más y más a medida que transcurren los años –le<br />

dijo–, y me maravilla que no necesite olvidarte ni siquiera ahora, sino que aún pueda esperar<br />

ilusionada la luz de tu presencia en esta aldea de montaña.<br />

–El constante recuerdo del pasado me conmueve como siempre, pero lamento no visitarte<br />

con frecuencia, ahora que te has apartado por completo del mundo. A menudo visito<br />

a mi hermano en la Montaña, pues envidio la vida retirada que lleva allí, pero tantas<br />

personas desean acompañarme que normalmente prefiero no molestarte trayéndolas aquí.<br />

Hoy, sin embargo, he logrado reducir su número.<br />

18. Una de ellas (Jijû) es una dama de honor, y la otra, una muchacha paje.<br />

19. «Gente de la ciudad.» Miyako-dori, una clase de gaviota, aparece en Ise monogatari 13 (sección 9, Kokinshû<br />

411), de Ariwara no Narihira: «¿Sois fieles a vuestro nombre? Entonces, aves de ciudad, os planteo esta pregunta:<br />

aquella a la que quiero... ¿vive o muere?».<br />

20. Shûishû 506: «¡Cómo anhelo algún lugar que no esté en el mundo donde ocultar los muchos años que me<br />

abruman!».<br />

356

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!