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Genji II - Atalanta

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12-<strong>Genji</strong> <strong>II</strong> - P. 343 a 384 21/11/06 13:34 Página 368<br />

ta. 36 Había llevado a Komoki consigo, pero ésta, cuya coquetería empezaba a despertarse,<br />

había estado demasiado fascinada por el peculiar y apuesto visitante como para quedarse<br />

con ella. ¡Ojalá volviera! Pero Komoki difícilmente le sería de mucha ayuda.<br />

El capitán se marchó, puesto que no sabía qué más decir, y las mujeres se tendieron<br />

juntas a dormir.<br />

–¡Con qué testarudez se mantiene distante y encerrada en sí misma! –se quejaban entre<br />

ellas–. ¡Y pensar en cómo está desperdiciando su belleza!<br />

Debía de ser medianoche cuando la anciana monja se irguió, presa de un ataque de tos.<br />

A la luz de la lámpara, su cabeza era de una blancura que resaltaba contra el negro de la<br />

prenda que la cubría parcialmente. Sorprendida al ver a la joven tendida cerca de ella, se<br />

llevó una mano a la frente, como se dice que lo hace la comadreja, la miró furibunda y, en<br />

tono imperioso, exigió que le dijera quién era y qué estaba haciendo allí.<br />

«¡Ahora va a devorarme! –se dijo la muchacha–. Cuando aquel demonio se me llevó,<br />

estaba inconsciente… ¡Fue mucho más fácil! ¿Qué voy a hacer? –Se sentía atrapada–.<br />

Regresé a la vida con aquel aspecto espantoso, 37 me volví humana, ¡y ahora esas cosas<br />

horribles que me sucedieron me están atormentando de nuevo! Desconcierto, terror…<br />

¡Oh, sí, tengo sentimientos! ¡Y si hubiera muerto, ahora estaría rodeada por unos seres<br />

aún más aterradores!»<br />

Yació allí insomne, y sus pensamientos abarcaron su vida entera como nunca lo habían<br />

hecho hasta entonces. «¡Qué cruel es que nunca viera al hombre del que decían que era mi<br />

padre! Durante años pasamos largas temporadas en el este, y cuando por fin encontré a<br />

una hermana que me daba alegría y esperanza, perdí bruscamente el contacto con ella, sólo<br />

para hallar la perspectiva de consuelo ofrecida por un caballero que había decidido aceptarme<br />

como digna. ¡Qué necia fui entonces, pues ahora veo mi espantoso error, al permitirme<br />

el menor afecto hacia aquel príncipe! ¡Él es quien ha arruinado mi vida! ¿Por qué<br />

atendí de tan buen grado a las promesas que me hizo junto a los verdes árboles del islote?»<br />

Le aborrecía en lo más hondo, y era a aquel otro caballero, que nunca se mostraba apasionado<br />

pero era siempre muy paciente, al que ahora recordaba a veces con gran placer. «Me<br />

sentiría muy avergonzada ante él si llegara a enterarse de cómo es mi vida ahora… Pero,<br />

oh –pensó de súbito–, ¿volveré a verle en este mundo, aunque sólo sea desde lejos? ¡No,<br />

no, no debo sentir estas cosas! ¡No lo permitiré!» Se reconvenía a sí misma con dureza.<br />

Cuando por fin cantaron los gallos, se alegró. «¡Pero cuánto más feliz me haría oír la<br />

voz de mi madre!», reflexionó mientras amanecía. Estaba en verdad muy alicaída. La muchacha<br />

con la que debería haber vuelto a su habitación no aparecía, y ella yacía allí, es-<br />

36. Este relato no ha sido identificado. Sin embargo, el motivo de un demonio que engulle a una muchacha<br />

desamparada es bien conocido.<br />

37. El del espíritu que la había poseído. Imijiki sama («aspecto espantoso») es similar a imijiki mi («forma<br />

espantosa») e imijiki mi no kebai («apariencia espantosa»), dos expresiones con las que el espíritu de Rokujô se<br />

describe a sí mismo en «Brotes primaverales <strong>II</strong>».<br />

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