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Genji II - Atalanta

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12-<strong>Genji</strong> <strong>II</strong> - P. 343 a 384 21/11/06 13:34 Página 366<br />

La joven contempló la partida del grupo y lamentó como antes su cruel destino. Se dijo<br />

que ya no tenía remedio, pero ¡qué duro era no tener a nadie en el mundo!<br />

La llegada de una carta del capitán interrumpió el tedio de sus días.<br />

–¡Léela, por favor! –le instó Shôshô, pero ella se negó a hacerlo.<br />

Con tan poca gente en la casa, la falta de actividad le permitía sumirse en la triste contemplación<br />

del pasado y de lo que podía aguardarle.<br />

–Es penoso verte tan melancólica –le dijo Shôshô–. ¡Juguemos al go!<br />

–Nunca he tenido mucha destreza en ese juego –replicó ella, pero decidió jugar de<br />

todos modos, y Shôshô pidió que les trajeran el tablero.<br />

Shôshô le dejó jugar primero, suponiendo que ella era más experta, pero se vio superada<br />

por la joven, y la siguiente vez ella abrió la partida.<br />

Estaba muy entusiasmada.<br />

–¡Ojalá mi señora regrese pronto! –exclamó–. Estoy deseando mostrarle cómo juegas.<br />

Ella también lo hacía muy bien. A Su Reverencia siempre le ha encantado este juego, y<br />

creía ser bastante diestro (aunque no iba por ahí desafiando a la gente como si fuera el<br />

Santo Maestro del Go). 35 Él le aseguró que no podría superarle, pero al final perdió, dos<br />

veces. Pero tú eres mejor que el Santo Maestro; estoy asombrada.<br />

La joven lamentó su indiscreción, pues no le gustaba nada la perspectiva de jugar al go<br />

con una monja de cabeza rapada y con un entusiasmo indecoroso. Dijo que no se encontraba<br />

bien y se tendió.<br />

–¡Deberías divertirte un poco de vez en cuando! –observó Shôshô–. Eres muy joven y<br />

bonita, y es una lástima que estés continuamente tan melancólica y pensativa. Tal vez la<br />

joya tenga un defecto después de todo.<br />

Cuando se hizo de noche, el sonido del viento le evocó muchos recuerdos penosos.<br />

El final de un día de otoño nada nuevo le dice a este corazón mío,<br />

pero al contemplar la oscuridad descubro que el rocío ha empapado mis mangas.<br />

Una deliciosa luna brillaba en el cielo cuando el capitán, cuya nota había llegado horas<br />

antes, se presentó en la casa. Ella, horrorizada, se ocultó en lo más recóndito de la vivienda.<br />

–¡Esto es pasarse de la raya! –exclamó Shôshô–. Sobre todo en un momento como éste<br />

deberías corresponder a sus amables atenciones. ¡Al menos deberías escuchar lo que tiene que<br />

decir! ¡Pareces creer que el mero hecho de escucharle te comprometerá con él para siempre!<br />

Sin embargo, la joven estaba profundamente alarmada. Dijeron al capitán que había<br />

salido, pero el mensajero que había entregado la nota debió de informar a su señor de que<br />

la joven estaba allí sola, porque procedió a expresar una larga y amarga queja.<br />

35. Kisei Daitoku, apelativo por el que el gran maestro Kanren (cuyo nombre era Tachibana no Yoshitoshi)<br />

era conocido a comienzos del siglo X.<br />

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