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Genji II - Atalanta

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12-<strong>Genji</strong> <strong>II</strong> - P. 343 a 384 21/11/06 13:34 Página 378<br />

La mujer que se lo llevó le transmitió al mismo tiempo un largo y serio mensaje verbal<br />

del capitán: «Te ruego que me consideres tu hermano –había añadido–. Será un gran consuelo<br />

poder hablar contigo de las pequeñas cosas que surgen en la vida».<br />

«Lamentablemente, el profundo significado de tu conversación estaría fuera de mi<br />

alcance», respondió ella, y ni siquiera replicó al poema.<br />

No quería saber nada de aquello, después de las cosas terribles que le habían ocurrido.<br />

Por lo que a ella respectaba, prefería quedarse tan abandonada y solitaria como un tocón<br />

de árbol. Ésa era la razón de que durante meses hubiera estado tan melancólica y encerrada<br />

en sí misma. Ahora que por fin había hecho lo que deseaba, se había animado un poco,<br />

intercambiaba comentarios jocosos con la hermana de Su Reverencia y también jugaba al<br />

go. Se entregaba con devoción a sus oraciones, y, además del Sutra del Loto, leía también<br />

muchas otras escrituras. De todos modos, en la estación de las grandes nevadas, cuando<br />

nadie acudía a la casa, había muy poco que pudiera animarla.<br />

Llegó el Año Nuevo, aunque aún no había ninguna señal de la primavera, y el mismo<br />

silencio de los arroyos helados inspiraba melancolía; hasta que, a pesar de todo lo que ella<br />

tenía en contra del hombre que dijera «no haber perdido nunca el camino para perderme<br />

en ti», 47 observó que seguía sin poder olvidar aquella época.<br />

Por mucho que contemple las montañas y los campos nevados bajo un oscuro cielo,<br />

todas aquellas cosas del pasado lejano hoy vuelven a entristecerme.<br />

Así escribió, como solía hacer entre una y otra plegaria, buscando consuelo en la práctica<br />

de escritura. Se preguntaba si alguien la recordaba, ahora que había llegado un Año<br />

Nuevo desde que ella había desaparecido del mundo.<br />

Alguien les trajo nuevos brotes primaverales en un áspero cesto, y la monja pidió que<br />

se los llevaran a ella, con una nota:<br />

Los brotes primaverales recogidos con alegría, en lugares de la montaña donde<br />

persiste la nieve, a su modo me dan esperanzas para todos los años que te esperan.<br />

Ella replicó:<br />

Desde este mismo día, los brotes primaverales de los prados de montaña que yacen bajo<br />

la nieve son para ti, y deseo que aún puedas disfrutar de muchos, muchos años.<br />

«¡Vaya, creo que lo dice en serio! –pensó la monja, muy conmovida–. ¡Ojalá su estado<br />

recompensara mis cuidados!» Derramó sentidas lágrimas.<br />

47. El poema de Niou para ella en «Una embarcación a la deriva», en la casa al otro lado del río.<br />

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