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Genji II - Atalanta

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12-<strong>Genji</strong> <strong>II</strong> - P. 343 a 384 21/11/06 13:34 Página 358<br />

–Mi señora, a quien nada podía consolar jamás después de su pérdida, para su gran sorpresa<br />

ha encontrado a una joven dama que le alegra los ojos día y noche. Parece mentira<br />

que hayáis podido verla en un momento de descuido.<br />

«¡Qué cosas tan extraordinarias suceden! –pensó el capitán con creciente interés–.<br />

¿Quién puede ser?» La misma brevedad del agradable atisbo se había grabado vívidamente<br />

en su memoria. Sin embargo, cuando trató de averiguar algo más, Shôshô no le dio una<br />

respuesta satisfactoria. «Lo sabréis a su debido tiempo»: eso era lo único que ella decía, y<br />

él difícilmente podía seguir interrogándola. Además, sus hombres anunciaban: «¡La lluvia<br />

ha cesado y el sol está a punto de ponerse!». Ante su insistencia, el capitán se dispuso a<br />

partir.<br />

Recogió unas flores de valeriana que crecían cerca y tarareó para sus adentros: «¿Cómo<br />

es que la valeriana florece tan bellamente?». 21<br />

–¡Fijaos en lo cauto que es, para que no chismorreemos! –se dijeron las ancianas entre<br />

sí con admiración–. ¡Qué excelente y apuesto caballero ha resultado ser! ¡Qué grato sería<br />

poder recibirle en la familia de nuevo!<br />

–Dicen que suele visitar la casa del consejero Fujiwara, pero que en realidad no tiene<br />

intenciones serias y que pasa la mayor parte del tiempo en casa de su padre –observó su<br />

señora, y siguió diciéndole a su nueva hija–: Eres muy poco amable, querida, al mantenerte<br />

tan distanciada de nosotras. Espero que estés de acuerdo en que esto tenía que suceder y<br />

seas atenta con él. Durante cinco o seis años no he dejado de llorar a mi hija ni un solo<br />

momento, pero ahora que te tengo a ti casi la he olvidado. No dudo de que aquellos a los<br />

que quieres están vivos, pero de momento han de suponer que ya no perteneces a este<br />

mundo. Las penas más profundas se disipan con el tiempo.<br />

Las lágrimas acudieron a los ojos de la joven.<br />

–No deseo ocultaros nada, pero volver a la vida de una manera tan extraña ha hecho<br />

que todo me parezca un sueño confuso. Así debe de sentirse una cuando renace en un<br />

mundo desconocido. Puede que todavía haya personas que me conozcan, pero no las<br />

recuerdo. La única que ahora significa algo para mí eres tú.<br />

¡Qué dulce e inocente era! La monja la miraba sonriente.<br />

El capitán llegó a la Montaña, sorprendiendo a Su Reverencia, y los dos estuvieron un<br />

rato conversando. Tras decidir que se quedaría a pasar allí la noche, pidió a varios monjes<br />

dotados de buena voz que cantaran las escrituras, y se pasó el resto de la velada tocando música.<br />

Durante un largo paseo con su hermano, mencionó que había hecho un alto en Ono.<br />

–Fue conmovedor de veras –le dijo–. Ya sé que ella ha abandonado el mundo, pero, aun<br />

así, pocas mujeres tienen su ingenio y un gusto como el suyo. –Y añadió–: Hace un mo-<br />

21. Shûishû 1098, del sacerdote Sôjô Henjô, escrito cuando vio a una joven que visitaba el jardín de su templo:<br />

«¿Cómo es que la valeriana florece aquí tan bellamente, cuando en este mundo la gente tiene lenguas tan malévolas?».<br />

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