11.05.2013 Views

Homilias para el Leccionario Dominical Año B - Iglesia Episcopal en ...

Homilias para el Leccionario Dominical Año B - Iglesia Episcopal en ...

Homilias para el Leccionario Dominical Año B - Iglesia Episcopal en ...

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Propio 19<br />

Isaias 50, 4-9, Salmo 116, 1-8, Santiago 2,1-5; 8-10; 14-18, Marcos 8, 27-38<br />

Los seres humanos t<strong>en</strong>emos la propiedad de experim<strong>en</strong>tar emociones <strong>en</strong> toda su amplitud. Si se<br />

trata d<strong>el</strong> gozo, de la alegría o de la f<strong>el</strong>icidad t<strong>en</strong>demos a manifestar esas experi<strong>en</strong>cias <strong>en</strong> grados<br />

plac<strong>en</strong>teros que afectan a todo nuestro ser. Si se trata de tristeza, de soledad o de frustración, <strong>en</strong>tonces<br />

lo hacemos con profundo dolor, angustia y desesperación.<br />

En caso de vivir la soledad con int<strong>en</strong>sidad, <strong>el</strong> vivir se torna más dramático cuando esa s<strong>en</strong>sación de<br />

abandono y desamparo es perman<strong>en</strong>te. Todavía es más grande cuando <strong>el</strong> s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to de desgracia es<br />

experim<strong>en</strong>tado por una comunidad <strong>en</strong> forma prolongada. Cuando ocurre esto, la comunidad se si<strong>en</strong>te<br />

desvalida, sin esperanza y aún sin destino <strong>en</strong> la vida. Muchos de sus miembros tratan de escapar de esa<br />

situación emigrando, solos o con sus hijos. Los que se quedan, unos sigu<strong>en</strong> almac<strong>en</strong>ando amarguras,<br />

otros tratan de forjar ilusiones.<br />

Esto es lo que <strong>el</strong> pueblo de Isra<strong>el</strong> experim<strong>en</strong>tó durante muchos siglos: esclavitud, cautiverio,<br />

pobreza, persecuciones r<strong>el</strong>igiosas y políticas, despojo de sus pert<strong>en</strong><strong>en</strong>cias, vejaciones. Todo eso se ha<br />

dado <strong>en</strong> difer<strong>en</strong>tes épocas históricas y <strong>en</strong> todas las partes d<strong>el</strong> mundo y perpetrado, a veces, por grupos<br />

r<strong>el</strong>igiosos y naciones “civilizadas”.<br />

En medio de sus sufrimi<strong>en</strong>tos, Isra<strong>el</strong> recibió la promesa de que un día v<strong>en</strong>dría un mesías que<br />

pondría fin a todo su sufrimi<strong>en</strong>to. Ese mesías cambiaría su destino <strong>para</strong> siempre. Aun cuando <strong>el</strong>los<br />

t<strong>en</strong>ían la promesa d<strong>el</strong> mesías, no sabían cuándo, dónde ni cómo sería su adv<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to. Por esa razón,<br />

cada vez que al rey <strong>en</strong> turno le nacía un hijo, <strong>el</strong> pueblo p<strong>en</strong>saba que tal vez ese fuera <strong>el</strong> Mesías. Pero<br />

cuando <strong>el</strong> muchacho crecía y heredaba <strong>el</strong> trono, la historia de las víctimas volvía a repetirse<br />

En esa interminable espera, y <strong>en</strong> medio de su sufrimi<strong>en</strong>to y soledad, una noche brilló una estr<strong>el</strong>la<br />

<strong>en</strong> <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o azul de la pequeña aldea de B<strong>el</strong>én. Su luz bañó los campos y valles, y los pobres de Isra<strong>el</strong><br />

supieron que <strong>el</strong> Mesías había llegado al mundo. Ese niño no creció <strong>en</strong> palacio, sino <strong>en</strong> <strong>el</strong> pequeño<br />

pueblo de Nazaret. Cuando fue jov<strong>en</strong> adulto, com<strong>en</strong>zó a predicar y a <strong>en</strong>señar <strong>en</strong>tre todos aqu<strong>el</strong>los que<br />

vivían al marg<strong>en</strong> de la vida r<strong>el</strong>igiosa y de los grandes ev<strong>en</strong>tos. Su predicación atrajo a muchos seguidores<br />

<strong>en</strong>tre los cuales destacaron los doce discípulos.<br />

En <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io de hoy vemos a Jesús caminando con sus discípulos. De rep<strong>en</strong>te se deti<strong>en</strong>e y les<br />

pregunta: “¿Quién dice la g<strong>en</strong>te que soy yo?” Después de oír varias respuestas les vu<strong>el</strong>ve a preguntar,<br />

“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Y Pedro, con gran ímpetu, responde: “Señor tú eres <strong>el</strong> Mesías”.<br />

Esta es la gran confesión que da inicio a un movimi<strong>en</strong>to de vida espiritual <strong>en</strong> <strong>el</strong> mundo. Y esto es<br />

lo que todos aqu<strong>el</strong>los que se han s<strong>en</strong>tido sin rumbo y destino <strong>en</strong> la vida han confesado dici<strong>en</strong>do: “Señor<br />

tú eres <strong>el</strong> Mesías”.<br />

En <strong>el</strong> curso de la historia y <strong>en</strong> difer<strong>en</strong>tes partes d<strong>el</strong> mundo, muchos han creído <strong>en</strong> Jesús de Nazaret<br />

y, confesado dici<strong>en</strong>do: “Señor, tú eres <strong>el</strong> Cristo, <strong>el</strong> Mesías esperado”.<br />

Hoy nuestro Cristo, como dirían los griegos, y nuestro Mesías, como dirían los judíos, va por los<br />

caminos d<strong>el</strong> mundo consolando a los tristes, fortaleci<strong>en</strong>do a los débiles y cansados, alim<strong>en</strong>tando a los<br />

hambri<strong>en</strong>tos, acompañando a los cautivos y dando nuevas esperanzas a los <strong>en</strong>fermos. Nuestro Cristo<br />

compasivo no olvida las oscuras calles de las grandes ciudades, ni las más apartadas aldeas de este<br />

mundo.<br />

Estimados <strong>en</strong> <strong>el</strong> Señor, de alguna manera aqu<strong>el</strong> hombre de Nazaret ha llegado a la puerta de<br />

nuestro corazón <strong>para</strong> hacernos la antigua pregunta: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?” Y la respuesta<br />

debe ser <strong>el</strong> resultado de una fe que nos invita a seguirle incondicionalm<strong>en</strong>te, sabi<strong>en</strong>do que todo aqu<strong>el</strong><br />

que le sigue habrá <strong>en</strong>contrado <strong>el</strong> camino, la verdad y la vida. Hablar de ese camino, de esa verdad y de<br />

esa nueva vida <strong>en</strong> Cristo es parte de la confesión, seguimi<strong>en</strong>to y misión, que Cristo espera como<br />

respuesta de sus discípulos. ¿Cómo será nuestra respuesta? Abramos nuestros corazones y confesémosle<br />

al Señor nuestra respuesta. Y cuando oigamos su voz, nuestra vida cambiará totalm<strong>en</strong>te.<br />

62

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!