Una bolsa de sal y una sonrisa - Escritores Teocráticos.net
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DE ESPALDAS AL PONIENTE<br />
Habían vuelto tres veces los días largos y los soles ardientes <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que la tribu se había<br />
<strong>de</strong>tenido en ese lugar, cerca <strong>de</strong>l Paraná Guazú, río gran<strong>de</strong> como mar, como los indios le llamaban.<br />
Aquel tramo <strong>de</strong> la costa estaba lleno <strong>de</strong> encanto. Allí el río se acercaba tanto al océano que adquiría<br />
muchas <strong>de</strong> sus características. Sus ondas no eran tan suaves como en el otro extremo, don<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>sembocaba el Uruguay, el “río <strong>de</strong> los pájaros”. Aquí sus aguas eran más <strong>sal</strong>adas. La tierra <strong>de</strong> los<br />
alre<strong>de</strong>dores ondulaba formando cerros <strong>de</strong> poca altura; un horizonte sinuoso que contrastaba con la<br />
línea azul en que terminaba la visión <strong>de</strong>l mar.<br />
Urú y Caicobé tenían su cerro predilecto y disfrutaban escalándolo frecuentemente. Les<br />
gustaba estar allí en los atar<strong>de</strong>ceres, cuando el sol <strong>de</strong>scendía y se diluía en las aguas <strong>de</strong>l Paraná<br />
Guazú. Tan pronto jugaban <strong>de</strong> este lado <strong>de</strong>l cerro, frente al río como mar, o <strong>de</strong>l otro lado, frente a las<br />
serranías. En su dulce idioma guaraní pasaban largos ratos conversando sobre el acontecer <strong>de</strong>l<br />
momento, la vida <strong>de</strong> la tribu y la continua amenaza que constituían los hombres blancos, que habían<br />
fon<strong>de</strong>ado sus extrañas naves no muy lejos, y habían edificado sus caseríos cerca <strong>de</strong> la costa. Poco a<br />
poco se iban apo<strong>de</strong>rando <strong>de</strong> toda la tierra. El futuro era incierto. A veces parecía que el Dios malo<br />
controlaba la situación, pero siempre sucedía algo que les hacía pensar que el Dios bueno estaba al<br />
tanto <strong>de</strong> las cosas y listo para intervenir.<br />
Urú tenía entonces doce años. Su padre, el cacique Ibipué, le había puesto ese nombre, que<br />
significaba pájaro, porque <strong>de</strong>seaba que su hijo fuera libre y lleno <strong>de</strong> alegría <strong>de</strong> vivir. La niña tenía<br />
nueve años. Su madre le había puesto el nombre <strong>de</strong> esa plantita silvestre que llamamos Sensitiva, que<br />
cierra sus hojas al contacto humano, como estremecida por <strong>una</strong> intensa timi<strong>de</strong>z. En guaraní, Caicobé<br />
significa “planta que vive”.<br />
Esa tar<strong>de</strong>, <strong>de</strong> espaldas al poniente, sentados en la la<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l cerro, mirando cómo se<br />
prolongaban las sombras mientras <strong>de</strong>scendía el sol, Urú y Caicobé tenían cosas muy serias en qué<br />
pensar. Los charrúas estaban viviendo un momento muy crítico. Sus tribus, formadas por doce o<br />
quince familias habían tenido varios choques sangrientos con los españoles. Ellos se habían acercado<br />
a los charrúas ofreciéndoles vistosas chucherías con la intención <strong>de</strong> ganarlos en paz. A diferencia <strong>de</strong><br />
los chanás y los guaraníes, los charrúas no estaban dispuestos a rendirse pacíficamente y convertirse<br />
en esclavos se<strong>de</strong>ntarios, labrando la tierra y cosechando sus productos en un lugar fijo. Eran<br />
vagabundos incurables, siempre sedientos <strong>de</strong> nuevos paisajes, buscando mejor pesca en distintos ríos<br />
y mejor caza en distintos bosques, lo cual constituía su alimento, junto con alg<strong>una</strong>s frutas silvestres.<br />
Sus casuales encuentros con los guaraníes les habían hecho comparar sus formas <strong>de</strong> vida.<br />
Entre ellos existían marcadas diferencias <strong>de</strong> clases. El indio común <strong>de</strong> las tribus guaraníes labraba la<br />
tierra para sus jefes, recogía cosechas y edificaba casas para ellos. Estas eran <strong>de</strong> paja y barro,<br />
alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> un espacio vacío que servía como plaza. Habían aprendido a cultivar la batata, la<br />
mandioca, el maní, el zapallo y la yerba mate. Plantaban algodón y hacían un tejido rústico que<br />
llamaban tipoy, con el cual se vestían sus mujeres. Eran hábiles alfareros y producían gran<strong>de</strong>s vasijas<br />
para fermentar el vino y también para usarlas como ataú<strong>de</strong>s.<br />
Los charrúas tenían alg<strong>una</strong>s cosas en común con los otros indios <strong>de</strong> la región. Al igual que los<br />
<strong>de</strong>más <strong>de</strong>scendientes <strong>de</strong> Noé, habían conservado rasgos <strong>de</strong> la sociedad patriarcal postdiluviana. Los<br />
ancianos eran respetados y se les consultaba. Consejos <strong>de</strong> ancianos trataban los problemas serios <strong>de</strong><br />
la tribu. Creían en un dios <strong>de</strong>l bien y en un dios <strong>de</strong>l mal. Las mujeres se ocupaban <strong>de</strong> las viviendas,<br />
enterrando sus cuatro postes y entoldándolas con pieles cuando se establecían en un lugar, o<br />
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