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Una bolsa de sal y una sonrisa - Escritores Teocráticos.net

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que habían quedado <strong>de</strong> las guerras humanas. En gran<strong>de</strong>s fogatas se quemaron todos los vestigios <strong>de</strong>l<br />

mundo que nos había oprimido. El viejo sistema que conociste se ha borrado sin <strong>de</strong>jar marcas ni<br />

huellas.<br />

— Por eso al comenzar les dije que lo que tenía <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mis ojos era tan diferente <strong>de</strong> mis<br />

últimos recuerdos. Al verlos a uste<strong>de</strong>s ante esta mesa, la paz tiene un sabor maravilloso para mí,<br />

como jamás lo tuvo cosa alg<strong>una</strong> sobre la tierra; y ahora, ruego a Dios que me enseñe a ser digno <strong>de</strong><br />

ella y me permita disfrutarla junto a uste<strong>de</strong>s en el futuro eterno.<br />

Los ojos <strong>de</strong> todos lo siguieron cuando <strong>de</strong>scendió y fue a ocupar su lugar en la mesa junto a su<br />

madre. Quedaba <strong>una</strong> sola persona en el grupo <strong>de</strong> los resucitados que aún no había subido a la<br />

plataforma. Era <strong>una</strong> hermosa muchacha. Dijo su nombre y parecía que no sabía cómo continuar.<br />

Des<strong>de</strong> la mesa gritaban: “¡Que baile, que cante María Elena!”<br />

— No sé bailar y no recuerdo ning<strong>una</strong> canción que valga la pena cantar. Esta noche sólo<br />

quisiera quedarme en un rinconcito, mirando lo que uste<strong>de</strong>s hacen.<br />

— No te apoques, muchacha —le <strong>de</strong>cía José Fernán<strong>de</strong>z bondadosamente. Todos somos <strong>una</strong><br />

gran familia y estamos muy contentos <strong>de</strong> tenerte entre nosotros. ¿Por qué te sientes cohibida?<br />

— No me siento cohibida; es algo diferente. Sin duda van a compren<strong>de</strong>r mejor cuando les diga<br />

que en mi vida anterior nunca tuve la felicidad <strong>de</strong> ver. Oía hablar <strong>de</strong> cielo azul y campos ver<strong>de</strong>s, pero<br />

eso eran palabras nada más. Me enseñaron a sonreírle a la gente y me <strong>de</strong>cían que el rostro humano<br />

es mucho más hermoso cuando sonríe. Palpando mi propia cara comprobaba que la <strong>sonrisa</strong> estira los<br />

labios, marca dos líneas a cada lado <strong>de</strong> la boca y redon<strong>de</strong>a las mejillas, pero no podía enten<strong>de</strong>r por<br />

qué eso era hermoso. Hoy al verlos sonreír a uste<strong>de</strong>s, advierto que cada <strong>sonrisa</strong> tiene <strong>una</strong> belleza<br />

particular. Jamás imaginé que podía haber <strong>una</strong> variedad tan gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> gestos y expresiones. Yo<br />

nunca hacía gestos, pues al no verlos no sabía imitarlos. Es un idioma nuevo que tengo que apren<strong>de</strong>r,<br />

y he estado todo el día fascinada, observando cómo el gesto acompaña a la palabra.<br />

Hoy por fin entiendo lo que significan, cabalmente, distancia, profundidad y altura. Antes, esas<br />

cosas abarcaban sólo lo que alcanzaban mis brazos, o lo que alcanzaba mi bastón. Tengo la impresión<br />

<strong>de</strong> que mi vida anterior fue un túnel cerrado al cual no llegaba ning<strong>una</strong> luz <strong>de</strong>l exterior. Hoy estoy en<br />

el otro extremo; veo el milagro <strong>de</strong> la luz y el color y sé que estos nuevos ojos que Dios tuvo la bondad<br />

<strong>de</strong> darme, nunca se saciarán <strong>de</strong> ellos.<br />

La música y las canciones continuaron hasta que los gallos <strong>de</strong> Fernán<strong>de</strong>z empezaron a<br />

intercambiar mensajes con los <strong>de</strong> las fincas vecinas. Pronto el gran semicírculo <strong>de</strong> la mesa estuvo<br />

<strong>de</strong>sarmado. Los grupos se alejaron cantando y riendo, llevándose los últimos ecos <strong>de</strong> la fiesta.<br />

Había terminado otra vendimia. Al repasarla mentalmente nos dábamos cuenta <strong>de</strong> que Luis<br />

nos había hecho más conscientes <strong>de</strong> la felicidad <strong>de</strong> movernos libremente sobre dos piernas sanas.<br />

Jorge nos había ayudado a reconocer mejor la bendición inefable <strong>de</strong> vivir en <strong>una</strong> paz sin amenazas.<br />

Verda<strong>de</strong>ramente, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que el arcángel Miguel echó llave al abismo en que yace nuestro principal<br />

enemigo, no hemos tenido <strong>de</strong>sgracias, ni epi<strong>de</strong>mias, ni males irreparables, ni cataclismos, ni<br />

problemas sin solución; ni siquiera <strong>una</strong> cosecha perdida. Y esta noche, parecía que todos estábamos<br />

mirando la belleza <strong>de</strong>l nuevo Paraíso con <strong>de</strong>slumbramiento, como la muchachita que recién estrenaba<br />

la luz <strong>de</strong> sus ojos.<br />

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