Una bolsa de sal y una sonrisa - Escritores Teocráticos.net
Una bolsa de sal y una sonrisa - Escritores Teocráticos.net
Una bolsa de sal y una sonrisa - Escritores Teocráticos.net
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Mis padres crecieron oyendo hablar <strong>de</strong> la ciudad santa, Jeru<strong>sal</strong>én que mis abuelos habían<br />
<strong>de</strong>jado atrás <strong>de</strong>solada y parcialmente quemada. Cuando nombraban a Jeru<strong>sal</strong>én, los ojos <strong>de</strong> los<br />
ancianos se llenaban <strong>de</strong> lágrimas. Sabían por los profetas que vivían entre los sojuzgados que el<br />
cautiverio sería muy largo. De modo que se les hizo natural la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> criar a sus hijos en Babilonia,<br />
edificar, plantar, vivir y posiblemente morir en tierra extraña. Algunos pocos habían sido llevados allí<br />
en la niñez y vivieron hasta el tiempo emocionante en que se organizó el primer contingente <strong>de</strong> judíos<br />
para ir a reedificar Jeru<strong>sal</strong>én, cuando por provi<strong>de</strong>ncia divina, Babilonia, el orgulloso imperio que se<br />
proclamaba invencible y jamás soltaba a sus prisioneros, cayó ante el avance unido <strong>de</strong> los medos y los<br />
persas. Ciro el persa, el compasivo rey conquistador, mostró gran interés en el pueblo hebreo<br />
sometido. ¡Habían pasado setenta y ocho años <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la caída <strong>de</strong> Jeru<strong>sal</strong>én! El profeta Daniel, muy<br />
anciano ya pero siempre atento al <strong>de</strong>senvolvimiento <strong>de</strong> las profecías, hizo comentarios muy<br />
significativos sobre las palabras <strong>de</strong> Jeremías acerca <strong>de</strong> los setenta años <strong>de</strong>cretados para la <strong>de</strong>solación<br />
<strong>de</strong> Jeru<strong>sal</strong>én. Ahora sabíamos que en los próximos dos años se presentarían acontecimientos <strong>de</strong><br />
enorme importancia.<br />
Las reacciones eran diferentes en unos y en otros. Muchos habían llegado a tener prosperidad<br />
material, se habían casado con cal<strong>de</strong>os y se habían hecho parte <strong>de</strong> la sociedad pagana que los<br />
ro<strong>de</strong>aba. El yugo que nos habían puesto no era tan asfixiante. Gozábamos <strong>de</strong> <strong>una</strong> buena medida <strong>de</strong><br />
libertad para movernos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l país, para tener negocios, apren<strong>de</strong>r oficios y practicar nuestra fe.<br />
Sin templo ni sacerdocio organizado, nuestra forma <strong>de</strong> adoración se había reducido a escuchar a los<br />
profetas, observar los sábados y privarnos <strong>de</strong> comer algunos alimentos prohibidos por la ley. A<br />
muchos les costaba aceptar la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> abandonar <strong>una</strong> ciudad rica, llena <strong>de</strong> comodida<strong>de</strong>s, y caminar<br />
por fe hacia <strong>una</strong> ciudad <strong>de</strong>solada por setenta años, para remover ruinas, reparar edificios, ahuyentar<br />
animales <strong>sal</strong>vajes y vivir sin ning<strong>una</strong> <strong>de</strong> las ventajas que la elegante Babilonia les ofrecía. A Babilonia<br />
la estaban viendo, a Jeru<strong>sal</strong>én nunca la habían visto. Sólo con absoluta convicción y confianza en las<br />
promesas <strong>de</strong> Jehová se podía pensar en tal cambio. Algunos hablaban <strong>de</strong> ayudar con dinero y<br />
provisiones; estaban dispuestos a compartir lo que tenían con los que se iban con tal <strong>de</strong> que se les<br />
eximiera <strong>de</strong> la obligación <strong>de</strong> darse a si mismos. Gi<strong>de</strong>l fue uno <strong>de</strong> ellos. Habíamos hecho planes para<br />
casarnos. Cuando yo me sentí impelida a unirme al grupo <strong>de</strong> los cantores que marcharían a la tierra<br />
<strong>de</strong> nuestros antepasados, él se puso muy triste. Usó fuertes argumentos para disuadirme, con la<br />
promesa <strong>de</strong> que iríamos más tar<strong>de</strong>, <strong>una</strong> vez casados. Pero yo no <strong>de</strong>seaba llegar a Jeru<strong>sal</strong>én cuando la<br />
mayor parte <strong>de</strong>l trabajo estuviera hecho. Quería tener la experiencia impactante <strong>de</strong> encontrarla en<br />
ruinas, en estado <strong>sal</strong>vaje, y verla resurgir. Quería verla alzarse <strong>de</strong>l polvo, vestirse <strong>de</strong> hermosura y lucir<br />
como <strong>una</strong> princesa a quien se le restituye su sitial <strong>de</strong> honor. Los más ancianos entre el pueblo, que<br />
dudaban <strong>de</strong> tener <strong>sal</strong>ud y fuerzas para resistir el viaje, animaban a los más jóvenes a ir. Hablaban <strong>de</strong><br />
las glorias pasadas <strong>de</strong> Jeru<strong>sal</strong>én y <strong>de</strong> la seguridad <strong>de</strong> que Jehová se mostraría fuerte a favor <strong>de</strong> ella.<br />
El <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> Ciro autorizándonos a volver y asegurándonos el apoyo material <strong>de</strong> su gobierno para la<br />
reconstrucción, fue <strong>una</strong> evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> que Jehová estaba obrando a favor <strong>de</strong> su pueblo. Los<br />
preparativos avanzaron.<br />
A mí siempre me había gustado cantar. Oí muchos cumplidos acerca <strong>de</strong> mi voz agradable y<br />
melodiosa. Cuando organizaban coros me animaban a participar. Por eso tuve el privilegio <strong>de</strong> que me<br />
invitaran a integrar el grupo <strong>de</strong> cantores y cantoras que iban a acompañar la primera caravana que<br />
marcharía hacia Jeru<strong>sal</strong>én. Nuestros corazones vibraban <strong>de</strong> entusiasmo cuando nos enteramos <strong>de</strong> que<br />
Ciro iba a entregar a los sacerdotes los vasos sagrados y los utensilios que los hombres <strong>de</strong><br />
Nabucodonosor habían saqueado <strong>de</strong>l templo <strong>de</strong> Jehová, trayéndolos a Babilonia como <strong>de</strong>spojo.<br />
Esos días antes <strong>de</strong> la partida fueron inolvidables. Hubo <strong>de</strong>spedidas conmovedoras, ya que no<br />
se trataba <strong>de</strong> un viaje <strong>de</strong> placer <strong>de</strong>l cual volveríamos. Intentábamos hacer <strong>de</strong> Jeru<strong>sal</strong>én nuestra<br />
morada <strong>de</strong>finitiva. Los ancianos hablaban <strong>de</strong> los peligros <strong>de</strong>l viaje, <strong>de</strong> los <strong>sal</strong>teadores <strong>de</strong> camiones; <strong>de</strong><br />
las bestias <strong>sal</strong>vajes agazapadas en la maleza; <strong>de</strong> las largas extensiones sin agua al alcance <strong>de</strong>l viajero.<br />
56